Diario de León

OPINIÓN Consuelo Sánchez-Vicente

Buenas y malas noticias

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Cuando huele a elecciones los mejores propósitos de los partidos se los suele llevar el viento. Entre ellos el muy loable de no hacer electoralismo con las pensiones, es decir, de no jugar con el miedo al futuro de esos casi 8 millones de españoles que tras una vida entera de trabajo y sacrificio dependen de una pensión pública para poder afrontar con la tranquilidad y la dignidad que merecen una etapa de la vida, la última, que gracias a los avances de la medicina, cada vez es más larga. A pesar de la insultante zafiedad (parecería que los socialistas están esperando a ganar para «robarle» a los viejecitos la «hucha») con que el presidente Aznar ha reabierto este sensible debate, nuestro sistema público de pensiones -universalizado por el anterior Gobierno socialista para extender solidariamente este derecho a quienes por la razón que fuera no habían cotizado al sistema (pensiones asistenciales), y reformado en el marco del Pacto de Toledo por el actual Gobierno popular para sanear la deuda que amenazaba su viabilidad- no corre peligro alguno a corto plazo. Gracias a que tanto el PSOE como el PP como el resto de las fuerzas políticas han sabido estar, desde el Gobierno o desde la oposición, a la altura de las circunstancias, los viejecitos y viejecitas de hoy, nuestros padres y abuelos, pueden dormir tranquilos. Gobierne quien gobierne su pensión está a salvo. Esta es la buena noticia. Pero (aquí llega la mala), según todos los expertos, si no se acometen ya nuevas reformas para prevenir los más que previsibles estragos del envejecimiento de la población española sobre el sistema público de pensiones, a veinte o treinta años vista nuestro actual y apreciado modelo de «reparto» (los trabajadores de hoy pagan las pensiones de hoy), que no de «hucha», señor Aznar (los trabajadores de hoy cotizan por «su» pensión de mañana) podría quebrar. En torno a esas medidas, que en trazos muy gruesos van desde si el futuro de las pensiones pasa por mantener a toda costa el actual modelo (en un escenario de menos trabajadores y más pensionistas como el que viene, además de retrasar la edad de jubilación y computar toda la vida laboral habría que subir las cuotas para garantizar el «reparto») o por evolucionar hacia un sistema mixto de «reparto» y «hucha» (bajar las cuotas en vez de constituir fondos de reserva a fin de que cada trabajador pueda irse haciendo su propia «hucha» privada con lo que deja de cotizar al modelo de «reparto» público) debería girar el verdadero debate. Y es urgente abordarlo. Pero, ¡Tendrá que esperar! Estamos... en campasña.

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