Diario de León

ANÁLISIS FINANCIERO Fernando Mañueco

Sin corazón

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Las bolsas, los mercados financieros, los inversores no tienen corazón. Y si lo tienen, se encuentra oculto bajo una espesa capa compuesta por una mezcla de dinero, miedo, avaricia, precauciones... una capa tan gruesa que acaba por aislar por completo a su dueño de su circunstancia y de su entorno. La guerra, las guerras, no influyen en el ánimo de los inversores nada más que porque influyen en el precio de las cosas, en especial bienes tan escasos como el oro, el petróleo o la confianza. Las guerras que no ofrecen una segunda derivada económica no merecen la más mínima atención de los mercados. Eso no es nuevo. Las bolsas, los mercados, los inversores, en lugar de corazón, tienen activo y pasivo, debe y haber, oferta y demanda, papel y dinero. Los muertos, los heridos, los desaparecidos, los cuerpos desmembrados, el olor a carne quemada, los niños sin padres, los padres sin hijos, el horror, la destrucción, el miedo... nada de eso cotiza en bolsa. Al menos no siempre y no de la forma en la que parece que pide el sentido común. Los mercados se preocupan más por el número de pozos de petróleo que pueden arder, por ejemplo, o por la posibilidad más o menos cercana de que la guerra acabe con rapidez que por las bajas que, al final, no son mucho más que un número escrito en un papel. Por eso los mercados sí que son capaces de verle el lado bueno a la guerra. Por ejemplo, hay empresas que sacan provecho de la destrucción, como son las armamentísticas y las que desarrollan los sofisticados sistemas informáticos y tecnológicos que utilizan los ejércitos más modernos. Por ejemplo, hay empresas que sacan partido de la destrucción, como son las constructoras que acometerán las multimillonarias labores de reconstrucción. Y las grandes petroleras que se garantizan suministro a buen precio. La guerra deja beneficios a la ida y a la vuelta. Pero deja muertos y heridos en la cuneta. Por ejemplo, todas las empresas relacionadas con el turismo (aviación, hoteles) y con los seguros han sido tocadas de un ala y tardarán en recuperarse, aunque nadie olvida que el combustible es una de las partidas más abultadas en el balance de las aerolíneas, unas empresas que siempre agradecen precios más baratos en el carburante. Una vez acabada la guerra, los inversores tendrán que mirar de nuevo hacia la situación económica. La crisis económica deja tras de sí tres malos años de bolsa. De hecho, las bolsas de medio mundo cotizan hoy en día con descuentos de un 50 o incluso un 60% respecto a los máximos que se tocaron hace tres años. Por ejemplo, el índice Ibex 35 rozaba los 13.000 puntos hace tres años. Hoy se encuentra casi con precisión milimétrica, en la mitad. Otro ejemplo, el índice Ibex Nuevo Mercado de empresas tecnológicas empezó su vida hace 36 meses en 10.000 puntos, y hoy apenas puede con los 1.600 puntos.

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