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Manuel Portela - ep | madrid

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COMO SE dice habitualmente en el mundo empresarial, a estas fechas el año ya está hecho. La experiencia dice que lo que no consigue antes de agosto es difícil que se recupere en el segundo semestre del año. Tan es así que los primeros borradores de los presupuestos para el ejercicio siguiente comienzan siempre a circular a principios de septiembre. En el campo macroeconómico las pautas y comportamientos son muy parecidas. Por eso tiene tanta importancia la publicación de la cifra de crecimiento negativo de la economía francesa. A mediados del presente ejercicio la economía europea en su conjunto había dejado de crecer y, por primera vez en decenios, varios países europeos a la vez (Alemania, Italia, Francia, Portugal y Holanda), es decir el 70% de PIB de la UE, se encontraban en recesión «técnica». Con estas cifras, es muy probable que el resultado al cierre del año sea incluso inferior al marcado por las pesimistas previsiones que, en julio pasado, hizo la Comisión Europea (un 0,7%). Los países europeos con crecimientos superiores al 2% (Irlanda, Grecia, España) van a ser anomalías, basadas en un exceso de demanda que exige unos elevados niveles de inflación incompatibles con una política monetaria común de carácter expansivo. Diversas autoridades del BCE y casi todos los políticos se han apresurado a comprometer su prestigio en una inminente recuperación económica. Lo malo es que lo mismo dijeron en el verano del año pasado y también en el del antepasado. Hay quien dice que la reactivación está muy cercana tan sólo porque dura demasiado respecto de las pautas históricas habituales y que, además, ya se han realizado los necesarios ajustes de empleo y capacidad productiva. Otros dicen que «cuanto peor, mejor», que cuanto más bajo se está más cercano se encuentra el rebote. Este tipo de interpretaciones son tan razonables que parecen factibles. Pero olvidan que, para salir del hoyo, se necesita aplicar un gasto de energía. Para que se produzca una recuperación económica es preciso un motor que pueda impulsarla. Se ha intentado inyectando una enorme liquidez con rebajas en los tipos de interés y en los impuestos. Sin reformas en los mercados de bienes y servicios, la recuperación sólo llegará con una depreciación sostenida de la moneda única.