Cómo combatir la inflación

EL GOBIERNO ESTÁ empeñado en decir que la fuerte y rápida subida del precio del crudo no va a afectar al objetivo de inflación presupuestado. Bueno. Tendrá razón si el precio alcanzado no se mantiene así mucho tiempo y se desliza hacia unos niveles más acordes con la opinión de consenso de los analistas, entre 35 y 38 dólares/barril. De todas formas, ese intervalo de precios ya representaría un «salto» de casi 10 dólares sobre el precio medio con el que se ha elaborado el cuadro «macro» del 2005. Si no cambia nada en el mercado del crudo, lo más probable es que, dentro de poco, veamos el IPC subiendo y no bajando. Quizás no sea una subida muy abrupta, por el juego de diferencias de base en «alimentos frescos» respecto del IPC del año pasado. Si así sucediese, los agentes económicos se comportarían como lo han hecho en anteriores ocasiones. Los ciudadanos, en tanto que asalariados, querrán recuperar su capacidad adquisitiva intentando adelantar un incremento extraordinario de sus salarios. Las empresas querrán trasladar a los precios de venta los incrementos de costes que supongan vayan a producirse. Sería iniciar una espiral inflacionista en la que todo el mundo se «indicia» a la supuesta inflación futura. Por ejemplo, las cifras del IPC que ayer se publicaron dicen que los datos oficiales poco tienen que ver con la inflación percibida ni con la inflación esperada por los ciudadanos. El Gobierno necesita reducir la preocupación social acerca del aumento de la inflación. Pero en este tema no hay nada nuevo ni en diagnóstico ni en recetarios. Las conocidas soluciones a ese tipo de exceso de inflación son el aumento de la competencia y/o las medidas fiscales que reducen el crecimiento económico. Ya veremos si las circunstancias políticas hacen posible su aplicación.