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El Prat acoge la crispación por reencuentros frustrados tras años de espera

Publicado por
p. carballo | barcelona
León

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Acodada sobre la mesa de una cafetería del aeropuerto de El Prat, con la barbilla sos-tenida entre las palmas de las manos, Minerva mira con gesto aburrido el formulario de reclamación. Es la esperanza a la que se aferra para recibir a su madre de visita. «Reservé mis ahorros, 1.200 euros, para que viniera por primera vez a vernos a España», explica. Su madre debía volcar desde Santiago de Chile, pero ahora esto es apenas una vana esperanza. En la Terminal A del aero-puerto, cientos de pasajeros y familiares, la gran mayoría sudamericanos y todos con aire de cabreo, vagan desconcertados de aquí allá. Sienten que son los últimos en enterarse de todo. La propia Minerva llamó a Air Madrid el viernes por la mañana, cuando la compañía ya estaba más hundida que a flote, y le dijeron que todo estaba funcionando sin problemas. «Seguían engañando y mintiendo a la gente, y la web todavía funcionaba también», agrega Víctor, su marido. Las ventanillas, cerradas A unos pocos metros, la oficina de información de Air Madrid tiene sus dos ventanillas cerradas a cal y canto y cubiertas de improvisados mensajes que revelan frustración y cólera. «Me han arruinado las vacaciones», «Muchos hemos perdido los trabajos», «Quiero mi dinero», «Ladrones, den la cara», «El ministerio se lava las manos»¿ Se incluye en el empapelado una amenaza de huelga de hambre y la convocatoria de una protesta para medianoche, aunque no se precisa dónde ni cómo. Justo delante, tres familias se organizan para coordinar la desagradable tarea actual: cubrir los papeles para la indemnización; localizar los puntos de entrega, y dar con alguien que facilite información. Ésta parece una de las principales causas de la indignación generalizada. «No sabemos nada; aquí nadie ha dado la cara. Es un robo y una sinvergonzonería», se queja una mujer que tendría que volar mañana rumbo a la ciudad ecuatoriana de Guayaquil. Con idéntico destino pero antes que ella, hoy mismo, tendrían que partir Soraya Martínez y su hijo Kevin. La madre se muestra desolada: «Era la primera vez que regresaba a mi país en siete años», se queja. «Queríamos pasar allá la Navidad, pero por ahora no tengo nada».