| Crónica | En directo desde Barajas |
«No pueden desentenderse»
Los pasajeros esperan indignados en el aeropuerto a que alguien les dé una solución para realizar un viaje del que, en algunos casos, depende el conservar el trabajo o enterrar a seres queridos
«Es una barbaridad lo que nos está pasando, lo quiera o no Air Madrid representa a España y el Gobierno no puede desentenderse, debe garantizar los vuelos a quienes tenemos billete». Juan Daniel Hermida, hijo de gallegos, con doble nacionalidad, española y argentina, acaba de aterrizar en Barajas, procedente de Roma, y está entregando su hoja de reclamaciones a una chaqueta verde , como se llaman a los empleados de Aena encargados de informar a los damnificados. Este profesor de Inglés de secundaria tiene que estar el lunes sin falta en Buenos Aires porque debe examinar a sus alumnos. Su vuelo salía ayer por la noche, pero se ha quedado en tierra, junto a su mujer, que no puede evitar que se le salten las lágrimas. «Ya tuve problemas para llegar a Roma, nos tuvieron un día entero en Fortaleza sin dar explicaciones. Sólo puedo decir lo peor de Air Madrid, hay compañías del llamado Tercer Mundo que son mejores», asegura. «Nadie nos respeta. Esto es una burla, no nos vamos a ir de aquí hasta que nos digan cuándo volamos», se queja el ecuatoriano Víctor González, uno de los cientos de pasajeros que acudieron ayer a Barajas. Un compatriota, Diego Calderón, está aún más indignado. «Lo único que nos dicen es que hagamos cola, nos están sacando de nuestra casillas. Tenemos que volar por la buenas o por las malas. Nos tratan peor porque somos ecuatorianos», afirma. «Los argentinos protestaron y les han puesto un avión, a nosotros nos tratan como perros», añade. «Nos dicen que hagamos el reclamo y no nos dan ninguna solución», dice la chilena Ma-ría Eliana Pizarro. El drama era visible ayer en Barajas. Años de ahorro para cumplir el sueño de viajar a ver a la familia por Navidad se evaporaron. Jorge Merchán, ecuatoriano de 22 años, lleva dos noches durmiendo en el aeropuerto junto a su esposa y un niño de un año. «¿Qué si nos discriminan por ser extranjeros? Responda usted mismo, mire cómo nos tienen. Íbamos al entierro de mi tío y a bautizar a mi sobrina. Esta noche dormiremos aquí nuevamente», lamenta.