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La banca se va de la industria

Los bancos optan por crecer en el negocio financiero y se preparan para ofrecer otros servicios. Al Santander le queda Cepsa, que vende, mientras a BBVA le resta Telefónica

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María José Alegre - madrid
León

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En el año en que cumplen siglo y medio, los dos gigantes bancarios españoles tienen prácticamente desmantelado su «imperio» industrial. Al Santander le queda Cepsa, donde tiene puesto el cartel de «se vende», mientras a BBVA le resta Telefónica... y poco más. La desinversión más reciente, la de BBVA en Iberdrola, estuvo a punto de producirse meses atrás, cuando el banco amplió capital para financiar sus comprar y mejorar sus coeficientes de solvencia. Razones «técnicas» obstaculizaron entonces la venta, y el mercado le penalizó por ello. Desprenderse del 6,9% de Telefónica -o al menos de una parte- plantea ahora más dificultades, mientras deshacer la posición en Iberia (7%) no generaría apenas plusvalías. En poder del Santander está el 28% de Cepsa, que se venderá en cuanto se encuentre un comprador que oferte un precio atractivo. El presidente, Emilio Botín, pone el listón en unos 2.000 millones de euros. Los bancos ya no tienen cartera industrial. No es la primera vez que se produce esta retirada, pero, afortunadamente, las razones son bien distintas de las que causaron la precedente. Entre los años 1977 y 1985, una fortísima crisis dio al traste con los bancos que, además de financiar a las empresas, se habían comprometido con ellas tomando parte de su capital. Algunas entidades desaparecieron y otras quedaron heridas de muerte. La historia de los Herrero, Hispano y Urquijo está marcada por episodios como los naufragios de Naviera Aznar y Euskalduna de Reparaciones, entre otros. Para el profesor Álvaro Cuervo, «los grupos industriales, empresariales en general, creados alrededor de la banca en España, salvo excepciones, no obedecen a una estrategia predeterminada, sino que son el resultado de decisiones históricas singulares, compromisos forzados por riesgos crediticios previos, búsqueda de poder y de prestigio o solamente producto del azar, que ofrecía hipotéticas oportunidades de negocio». De ida y vuelta La banca se fue, pero volvió a participar en la industria en la década de los noventa, cuando ya había concluido el grueso de la reconversión, atraída por las privatizaciones y el auge de las tecnologías. Lo hizo con tanto entusiasmo que, hace apenas una docena de años, lo que hoy son sólo dos grupos -BBVA y Santander, incluido Banesto- sumaban en sus carteras participaciones equivalentes al 7% del Producto Interior Bruto. Los dos «grandes» de la banca iniciaron la fase actual de ventas en el 2002, impulsados por la necesidad de enderezar sus cuentas y tras corregir a la baja sus expectativas de beneficio, algo insólito en la etapa reciente. Fue el año de la crisis argentina y la devaluación de las divisas norteamericanas. El Santander, por añadidura, sufrió la última secuela de la burbuja de las «punto.com», y tuvo que soportar las multimillonarias pérdidas de la aventura americana de Patagon. En el 2002, el Santander vendió Dragados a ACS, Vallehermoso a Sacyr, colocó en Bolsa el 12% de Banesto y hasta se desprendió del 3% de Royal Bank of Scotland, conservando un 5% del que tuvo que salirse más tarde con ocasión de la compra de Abbey. Emilio Botín ya había dejado claro que su grupo no tenía vocación industrial, precisamente, de manera que todas las empresas estaban a la venta, dispuestas a trasferirse a quien pagara un buen precio. En BBVA nadie había formulado semejante declaración de principios hasta entonces, pero Francisco González -ya presidente único- dejó claro que el banco no estaba en la industria «por razones históricas o sentimentales, sino buscando una rentabilidad». Para sortear las dificultades del ejercicio, BBVA se desprendió de Metrovacesa, adelgazó considerablemente sus participaciones en Iberdrola y Telefónica, y vendió Acesa y Acerinox. Nueva regulación A partir de entonces hubo un goteo de desinversiones imparable. Las telecomunicaciones, en particular (Retevisión, Airtel), aportaron jugosas plusvalías al Santander. Transcurridos cinco años, la gran banca saca a remate los restos de su 'imperio industrial' por razones distintas a la crisis de los ochenta o las dificultades del 2002. Ahora quiere concentrar sus esfuerzos en el negocio financiero en el que, para alcanzar la dimensión adecuada, las entidades han de volcar abundantes recursos. Ocurre, además, que los cambios regulatorios penalizan las inversiones empresariales. El acuerdo Basilea II exige, por una parte, mayores cuotas de capital. Por otra, las nuevas Normas Internacionales de Información Financiera introducen incertidumbres en las cuentas, donde deben reflejarse las fluctuaciones de la cotización de las participadas. Por eso los bancos apuestan por dedicarse con preferencia a la actividad de tomar y prestar dinero. Y, para diversificar, se inclinan por explorar la oferta directa de otros servicios distintos de los puramente financieros. Además de hipotecas y préstamos al consumo, las entidades profundizan en la venta de seguros, pólizas de asistencia médica, o la comercialización de bienes duraderos.

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