El párroco rural Teodoro Bonilla dice que no supo que Gescartera le usaba para tapar el fraude
Los directivos de Gescartera están acusados de crear una red de supuestos inversores a quienes apuntaban perdidas millonarias para compensar las ganancias ficticias que asignaban a sus auténticos clientes. El más polémico de estos presuntos testaferros, el párroco rural Teodoro Bonilla, negó este miércoles ante el tribunal haber autorizado al dueño de la agencia, Antonio Camacho, a asignarle unos números rojos que la investigación cifró en 12 millones de euros. «¿De dónde voy a sacar yo 2.000 millones de pesetas?», clamó el cura de Castillo de Garcimuñoz, un pueblecito conquense de 183 habitantes. Como muchos acusados y testigos antes que él, el sacerdote se describió ante el tribunal como una víctima de Camacho, en quien «confiaba totalmente». Bonilla explicó que en 1993 entregó al principal acusado una cartera de acciones por valor de 240.000 euros para que se los gestionase. Durante el resto de la década, añadió, fue haciendo aportaciones y retirando pequeñas cantidades que restituía. Gescartera, según su relato, se encargaba de gestionarle la declaración de la renta, y por eso nunca supo que le estaban apuntado perdidas millonarias.