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Décimo cumpleaños del BCE
Mientras, el euro como divisa comunitaria continúa sin hacerse querer aunque ahora es más fuerte que el dólar y goza de una progresiva confianza en el entramado de los mercados financieros
El Banco Central Europeo (BCE) cumple una década de existencia con el mérito de haberse labrado una reputación seria en los mercados financieros, pese a que su producto estrella, el euro, una moneda sin nacionalidad, no ha logrado hacerse querer. El instituto emisor comunitario nació el 1 de junio de 1998 con la misión de acompañar el estreno de la moneda única en los mercados, un paso de gigante para la construcción europea que se materializaría seis meses después. El logro de pasar, sin gran dolor, a la moneda única europea, hoy en día compartida por 15 países a los que se sumará Eslovaquia en enero de 2009, puede atribuirse en gran parte al «guardián del euro», con sede en Francfort, capital alemana de las finanzas. Tras un inicio algo accidentado bajo el mando de su primer presidente, Wim Duisenberg, la joven institución aprendió a comunicarse con los mercados. «La mejoría está más relacionada con un proceso de conocimiento mutuo entre el BCE y los mercados que con la transición», entre el holandés Duisenberg y el actual presidente, el francés Trichet, explica el jefe economista en Europa del Bank of America, Holger Schmieding. El euro se ha impuesto, por su parte, como segunda moneda de reserva detrás del dólar estadounidense. Signo de confianza, empresas y Estados emiten cada vez más sus bonos en moneda europea y la circulación del euro es actualmente superior a la de los billetes verdes en el mundo. Pero tanto débil frente al dólar, como en 2000, como fuerte hoy en día, el euro sigue sin hacerse querer. Difícil para muchos reconocerse en una moneda sin nacionalidad, surgida de una ambición mayor todavía en el aire, esto es, la unión política de Europa. Un reciente sondeo revela que uno de cada tres alemanes desearía recuperar su antigua moneda, el marco. Y más de la mitad continúa atribuyendo el encarecimiento de la vida a la divisa europea, una impresión expandida en el Viejo Continente.