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Publicado por
FERNANDO MAÑUECO
León

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LO BUENO (y, en ocasiones, lo malo) que tienen las bolsas es que son mercados muy líquidos. Es decir, quien quiere vender puede hacerlo siempre. Siempre. Quien quiere comprar, también. Es sólo cuestión de precio. Por eso muchos inversores que necesitaban liquidez y que no han podido obtenerla en el mercado crediticio o en el inmobiliario, han acudido a la Bolsa. Venden sus acciones, con una severa penalización, eso sí, pero consiguen su propósito. A ellos se suman los inversores que, presas del pánico, retiran su dinero de la renta variable. Por si acaso mañana tienen que vender más barato. La Bolsa ha caído en esta última semana cerca de un 20 por ciento. Ha perdido más de un tercio de su valor en lo que va de ejercicio. Todo el mercado se ha visto sometido a una gran presión vendedora. Han sido ventas de pánico. El miedo es libre. Pagan justos por pecadores. De hecho pagan justos «y» pecadores. Caen tirios y troyanos. Suele decirse en los mercados aquello de que una cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. Y el principal punto de fragilidad en los mercados financieros es la confianza. Sin ella, el nerviosismo se contagia, se extiende y gana la batalla a la razón. Los inversores más castizos suelen decir, no sin una gran dosis de sorna, que la Bolsa es como una casa de lenocinio (en realidad, utilizan otro término más popular y más claro que obviaremos): «cuando hay un incendio corren tanto las caras como las baratas». Es decir, en momentos de convulsión, sufren tanto los buenos valores como los que se encuentran más en precario. Caen las empresas solventes y las que no lo son tanto. Bajan tanto los títulos caros como los que están baratos, porque en estos días es difícil saber cuál es el precio de las cosas. Los diferentes planes de ayuda al sistema financiero que han anunciado varios países no han conseguido tranquilizar a los inversores. Estos planes de choque, estas medidas de urgencia, pretenden reanimar al moribundo sistema financiero. Seguramente dejarán ver sus primeros frutos en breve. Pero no han conseguido ahuyentar el fantasma del enfriamiento económico. El gran miedo es a una recesión severa y duradera. Estas medias son como el torniquete que le realizan a un torero en la plaza para evitar que se desangre. Es una actuación de emergencia que le salva la vida al maestro, pero que no soluciona el problema fondo.