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Publicado por
TERESA BOUZA
León

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LA CAPITAL estadounidense regresó ayer a la normalidad tras la cumbre que los líderes del Grupo de los 20 calificaron de «histórica», pero en la cual los observadores imparciales ven, de momento, más promesas que acciones concretas. El diario The New York Times señalaba ayer que «aunque las propuestas se presentaron como una reforma ambiciosa, reflejan sobre todo medidas que los países ya habían puesto en marcha». Para el Times lo más significativo fue que la selección del G-20 como foro de encuentro, un grupo que incluye, además de a los países más ricos, a naciones en desarrollo como Brasil y China. Simon Johnson, economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts y ex economista jefe del FMI, dijo al Times que, para anunciar lo que se anunció, no hacía falta tamaño despliegue. «Son medidas de lo más normales para lo que no era necesario organizar una reunión» de este tipo, afirmó. Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard, dijo a la revista BusinessWeek que se trata de una declaración básica de principios en la que «todo el mundo está de acuerdo». Lo que está menos claro es si los integrantes del G-20 comparten la misma visión sobre los cambios necesarios. Para empezar, la mayor parte de las decisiones difíciles se han dejado para encuentros futuros. La próxima reunión tendrá lugar antes de finales de abril, probablemente en Londres, y el gran ausente de la cita del sábado, el presidente electo de EEUU, Barack Obama, tendrá que hacer frente a importantes asuntos económicos nada más desembarcar en la Casa Blanca el 20 de enero. Algunos analistas parecen coincidir en que la ausencia de Obama hizo imposible alcanzar grandes acuerdos vinculantes. Aun así, los ministros de Finanzas partieron hacia sus países con una larga lista de tareas pendientes. Entre los encargos más importantes figura la elaboración entre ahora y el 31 de marzo de nuevos estándares que obliguen a los participantes en el complejo mercado de derivados a incrementar la transparencia de sus operaciones. Sea como sea, Washington destiló ayer sentido de urgencia y envió el mensaje de que el no actuar implica un riesgo demasiado alto.