Diario de León

El oro brilla más en tiempo de crisis

En la cámara acorazada del Banco de España se guarda una parte del tesoro del Estado en forma de lingotes y monedas, con 9,1 millones de onzas troy

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C. CALVAR / M. J. ALEGRE | MADRID
León

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Las reservas de oro del Banco de España, 9,1 millones de onzas troy -”cada onza equivale a un poco más de 31 gramos-”, alcanzan hoy su más alto valor monetario, superior a los 7.000 millones de euros, gracias a la revalorización que el metal precioso ha experimentado con la crisis. Su importe hubiera sido mucho más elevado si el instituto emisor no hubiera seguido la pauta de otros bancos centrales y no se hubiera desprendido de casi la mitad de sus reservas en oro en el breve plazo de dos años, el bienio 2005-2007, una época en la que la recesión no había asomado todavía su negra sombra, y las autoridades monetarias estaban más preocupadas por rentabilizar sus activos y por su propia capitalización.

El precio del oro escaló un máximo de 1.212 dólares la onza a principios de este mes de diciembre, y desde entonces ha frenado ligeramente su escalada. Pero en términos reales no está ni mucho menos en sus máximos, porque la inflación ha hecho estragos en la historia reciente. Para que el valor de tan preciado metal llegue a niveles jamás conocidos, tendría que superar el equivalente a los 850 dólares que alcanzó su cotización en la década de los ochenta,

Sólo una parte de los 9,1 millones de onzas troy, proporción que el Banco de España nunca ha querido precisar, se encuentra depositada en sus propias cámaras acorazadas. Es el oro intocable, porque del resto, guardado la Reserva Federal de Estados Unidos (Fort Knox), en el Banco de Inglaterra y en el Banco de Pagos Internacionales de Basilea, es del que se echa mano cuando el Gobierno decide movilizar las reservas.

La cámara acorazada donde el Banco de España conserva su tesoro está en el corazón de Madrid. Se construyó entre 1932 y 1935 con 260 obreros trabajando a tres turnos y costó 9,5 millones de pesetas. Al tiempo que vaciaban los 22.000 metros cúbicos de tierra, los obreros procedieron a canalizar las aguas de dos arroyos subterráneos, las Pascualas y Oropesa.

Para llegar a la cámara hay que descender a 36 metros de profundidad y superar tres puertas acorazadas, con pesos que oscilan entre las 8 y 16 toneladas cada una.

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