Diario de León

El adiós del último Kennedy pone fin a la saga política más conocida de EE.UU.

Patrick Kennedy anuncia su retirada y en noviembre dejará al Congreso norteamericano huérfano de un miembro del clan por primera vez en 60 años

Obama aplaude a Edward Kennedy; detrás, su hijo Patrick.

Obama aplaude a Edward Kennedy; detrás, su hijo Patrick.

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mercedes gallego | nueva york
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No es fácil ser un Kennedy. Patrick Kennedy, el hijo menor de Ted, el «León del Senado», heredó de su familia la adicción por las drogas, el alcohol y los líos de faldas. Vio a su madre beber hasta la destrucción, a sus dos hermanos mayores luchar a vida o muerte contra el cáncer, y hace sólo seis meses, morir a su padre, patriarca de la familia, tras una larga agonía y sin ver cumplido su sueño de la reforma sanitaria. Ayer, sin fuerzas para batallar por el asiento legislativo que ocupa, anunció que renuncia al testigo político de su familia.

Era, sobre todo, un mazazo moral para el Partido Demócrata, que el mes pasado perdió el asiento de Ted Kennedy en Massachusetts a manos de un republicano. Ninguno de los jóvenes Kennedy a los que su tío dejó en herencia la labor social quiso competir por ese asiento. A sus 42 años Patrick era como el último mohicano, la única rémora de un apellido emblemático que ha marcado la vida de EE.UU. a través de su influencia en las leyes y la memoria colectiva.

Fue en 1946 cuando el legendario John F. Kennedy ganó las elecciones al Senado, que por primera vez hacía realidad la ambición política de su padre. Aunque técnicamente hubo un vacío cuando renunció al asiento para presentarse a la presidencia, fue sólo una transición para que su hermano Ted le sucediese al cumplir la edad requerida. Y como Ted, Patrick se convirtió medio siglo después en el congresista más joven de la Cámara. Tenía 28 años cuando fue elegido.

En las siguientes dos décadas se enfrentaría a diversas adicciones de cocaína, alcohol y OxyContin, un fármaco que esnifan los yonquis con receta. Más tarde fue diagnosticado con síndrome bipolar, una enfermedad mental que se sumaba a sus frecuentes depresiones, exacerbadas por el estrés y la presión política y social. Accidentes de coche, enfrentamientos con la policía, escándalos en torno a juergas y violaciones. Todo se lo perdonaron los votantes del norte de Rhode Island, un distrito muy demócrata que le ha elegido sucesivamente desde 1994, y para el que ayer tuvo palabras de agradecimiento en un vídeo televisado.

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