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Obama, durante su discurso sobre la reforma sanitaria que tuvo lugar ayer en Virginia.

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efe | washington

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Siete años después de la invasión de Irak, con un gasto de más de 713.000 millones de dólares, casi 4.400 soldados muertos y decenas de miles de heridos, Estados Unidos se apresta ya a poner fin a sus actividades en el país árabe, al menos de la forma tangible en que hasta ahora las había llevado a cabo. La que comenzó como «Operación Libertad para Irak», el 19 de marzo del 2003, se convertirá este septiembre próximo en «Operación Nuevo Amanecer» y la presencia militar estadounidense, que por largos períodos ha sido de más de 160.000 soldados, bajará entonces a unos 50.000.

Este fin de semana, en el aniversario de la irrupción de las fuerzas estadounidenses hacia Bagdad, se han programado manifestaciones en todo el país que protestan tanto contra esa guerra como por la prolongación de la campaña en Afganistán. Según el Pentágono, hasta esta semana han muerto en Irak 4.338 soldados y otros 31.700 han resultado heridos,.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se mantiene firme en su promesa de que reducirá el contingente en Irak de los 95.000 soldados que están ahora desplegados a 50.000 a partir de junio y que todas las fuerzas de combate norteamericanas habrán salido de ese país a fines del 2011. Pero esta retirada que satisface, aunque lentamente, a los pacifistas, está acompañada por una escalada en Afganistán, una guerra que se inició en octubre del 2001 y le ha costado a los estadounidenses ya más de 260.000 millones de dólares, más de 1.000 soldados muertos y unos 6.000 heridos. Desde el 2008, Estados Unidos empezó a retirar gradualmente sus tropas de las ciudades y de las operaciones de combate, lo cual si bien no incrementó la seguridad para los iraquíes, sí aminoró el ritmo de ataques contra los norteamericanos y, por lo tanto, la cifra de bajas.