EL SUPERVIVIENTE DE LA CATÁSTROFE
El triste despertar de Ruben van Assouw tras el accidente del Airbús en Trípoli
Fue el único es burlar a la muerte en el accidente aéreo de un Airbús A-330-200. Ruben van Assouw, el niño holandés de nueve años superviviente de la catástrofe aérea de ayer en Libia se encuentra en la cama de un hospital de Trípoli, la capital, y los médicos han asegurado hoy que se encuentra en " situación estable ".
Nadie se explica las causas de un accidente que ha costado la vida a 103 personas. Solo él pudo soportar el impacto. Tiene los pies rotos y magulladuras por todo el cuerpo, pero eso es lo de menos. Sus padres, Trudy y Patrick, y su hermano mayor, Enzo, de 11 años, viajaban en el el avión. Todavía no sabe que no volverá a verlos.
Los investigadores franceses encargados de averiguar las causas de la tragedia han aterrizado hoy en Trípoli. Trabajarán codo a codo con las autoridades libias para descubrir unas causas que dificilmente aportarán una razón suficiente para Ruben.
CONMOCIÓN EN TILBURG
La población de Tilburg, en el sur de holanda, está conmocionada por el drama. La familia de Ruben se ha desplazado a Trípoli. Son los tíos del muchacho, Jeron e Ingrid que esperan volver a Holanda con él en cuanto su estado físico lo permita. La abuela de Ruben le espera.
Ruben volvía con sus padres y su hermano de un safari en Suráfrica. Unas vacaciones inolvidables que se convirtieron en una pesadilla eterna. Poco importa a Ruben que Libia haya descartado que el accidente del avión haya sido causado por un atentado. Él se libró de la bola de fuego porque quedó atrapado en un trozo de fuselaje del avión que salió despedido. A su alrededor todo quedó en pedazos.
Las familias de 61 holandeses fallecidos en el accidente han llegado a Trípoli para pasar el duro trago del reconocimiento de los cadáveres. También había pasajeros alemanes, surafricanos, finlandeses, franceses, británicos, filipinos y de Zimbabue.
El aparato ha quedado completamente destruido, desmigajado y diseminado en una amplia zona a unos 500 metros de la pista de aterrizaje, que era para muchos de los pasajeros solo una parada en su viaje de retorno a casa.