De la retirada de Irak a la coalición contra Gadafi
«Todas las cosas se ven distintas cuando uno es presidente del Gobierno; el sentimiento de responsabilidad es casi a una reacción química». José Luis Rodríguez Zapatero no hablaba de participar en un ataque sobre Libia cuando, el pasado miércoles, hizo esta reflexión en el Congreso de los Diputados. Se refería al uso de la energía nuclear, pero lo mismo habría dado. La frase es un reflejo claro de la evolución que ha seguido el jefe del Ejecutivo desde que llegó al palacio la Moncloa en abril del 2004 hasta el que puede ser su último año de mandato.
Los socialistas protestan, cargados de argumentos, porque se intente equiparar el apoyo del Gobierno de José María Aznar a la invasión norteamericana y británica de Irak, de la que hoy se cumplen ocho años exactos, con la operación militar contra el coronel Muamar el Gadafi en Libia. Esta vez el respaldo de la comunidad internacional es amplio, existe una resolución inequívoca del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que autoriza a los aliados el uso de la fuerza, la Liga Árabe avala la acción bélica, la opinión pública no ha expresado, por el momento, oposición alguna a la intervención y el rechazo de otras fuerzas políticas es residual.
Imagen de pacifista. Pero eso no impedirá que la imagen de aquel Zapatero antibelicista y pacifista de los primeros tiempos termine de descomponerse. El camino hasta aquí ha sido, en realidad, progresivo. Mucho más que el transitado en el terreno económico. En septiembre de 2004, el presidente del Gobierno aún se atrevía a explicar ante los 141 embajadores extranjeros en España su «convicción inalterable» de que la «guerra convencional» no era el mejor método para combatir el terrorismo internacional. Apenas unos meses antes, el 18 de abril, había anunciado la retirada de las tropas de Irak. Era la primera medida que tomaba como presidente del Gobierno.
Cuatro años más tarde, en noviembre del 2008 su actual ministra de Defensa, Carme Chacón, declaraba abiertamente y sin que nadie en el Gobierno se mostrara incómodo que España está en Afganistán para luchar contra esa amenaza representada, en este caso, por los talibanes. La llegada de Barack Obama a la Casa Blanca tampoco fue inocua. Fue su llamada a la colaboración la que llevó a Zapatero a aceptar el envío de decenas de guardias civiles a Irak.