Diario de León
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enrique rubio | barze
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Abet lleva un balazo dentro de su estómago, a Mohamed lo tuvieron cinco días de pie esposado a una pared y la pequeña Yasmin perdió a su padre en un asalto militar, pero la sensación de no tener ya nada que perder les lleva cada noche a desafiar al régimen sirio en protestas clandestinas.

Sólo el mero hecho de llegar a esas manifestaciones, como a la que asistió Efe en el suburbio damasceno de Barze, supone una proeza para los participantes.

Los puestos de control instalados por el Ejército en torno a la periferia de la capital obligan a tomar carreteras secundarias y, una vez cerca del lugar, a adentrarse a pie por callejuelas casi impenetrables. Allí, apostados en las esquinas, hombres con uniforme militar, enmascarados y armados con rifles automáticos señalan con linternas el camino hacia la concentración: son el Ejército Libre Sirio (ELS).

Mohamed, uno de estos milicianos, explica a Efe que desertó en julio después de ver cómo agentes de los servicios de inteligencia de la Aviación, los más temidos, disparaban a compañeros suyos que se negaron a abrir fuego contra civiles.

Mohamed confiesa que la represión ha surtido efecto y que al comienzo de las revueltas contra el régimen llegaban a congregarse 2.000 personas, diez veces más que ahora.

Barze es un suburbio de clase media, cuenta con una población relativamente homogénea que defiende la revolución y ya ha sufrido el hostigamiento de las fuerzas de seguridad y los ‘shabiha’ (matones del régimen), que han matado a 26 personas.

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