Putin edulcora sus palabras pero se mantiene firme respecto a Al Asad
En el mundo hubo ayer políticos, como el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, que creyeron percibir en la última entrevista del presidente Vladímir Putin, ofrecida a dos medios de comunicación y difundida ayer, un cambio de postura con respecto a Siria.
Putin dijo que, si se demuestra que Bashar Al Asad empleó armas químicas contra su población, «no descarto» aceptar una intervención militar en Siria. Tal posicionamiento no es nuevo para Rusia el problema es que, hasta ahora, nunca ha considerado «concluyentes» las pruebas presentadas contra el régimen sirio.
En otra andanada de declaraciones a pocas horas del comienzo de la cumbre del G-20, el presidente ruso advirtió que el Congreso estadounidense «no tiene potestad para autorizar ningún tipo de ataque contra Siria, ya que sería una agresión al no contar con la autorización de la ONU. Y no se puede alegar que sea en defensa propia porque Siria no está atacando a Estados Unidos». Putin y Obama pondrán buena cara al mal tiempo, pero la cumbre amenaza con hacer que sus respectivos países se distancien todavía más. Hacía tiempo que la relación entre los líderes de Rusia y Estados Unidos no estaba en un momento crítico.
El presidente ruso invitó a su homólogo norteamericano a una cumbre bilateral en Moscú previa al G-20, pero Washington lo rechazó por haber dado cobijo en Rusia al antiguo empleado de la NSA, Edward Snowden, ahora en territorio ruso.