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Ucrania acude a votar con el este del país en guerra y la economía rota

Poroshenko necesita consolidar su triunfo con otro en las legislativas de hoy.

Un hombre recoge restos de madera junto a su casa destruida por los combates.

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Rafael M. Mañueco | Moscú
León

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Las elecciones legislativas que hoy se celebran en Ucrania son las primeras después de la revuelta en el Maidán (plaza central de Kiev), que terminó con la fuga a la vecina Rusia del entonces presidente, Víctor Yanukóvich. La reacción de Moscú a aquel levantamiento popular fue la anexión de Crimea y el envío de ayuda militar a los separatistas de varias regiones del este y el sur de Ucrania.

Aunque aquella sublevación prorrusa quedó al final circunscrita a Donetsk y Lugansk, pese a intentos similares en Járkov y Odessa, y a que, por ahora, no ha seguido el ejemplo de Crimea, es altamente desestabilizadora. En abril comenzó una guerra que ha causado ya cerca de 3.700 muertos, 430.000 desplazados dentro de Ucrania, 387.000 refugiados en Rusia y casi 7.000 solicitudes de asilo en la Unión Europea.

La presión del Kremlin sigue siendo enorme, no sólo con su apoyo a los insurgentes, sino también con el arma del gas. A esta adversa situación hay que añadir una economía en situación catastrófica. En este enrevesado contexto, Piotr Poroshenko ya ganó holgadamente y en primera vuelta las presidenciales de mayo. Pero necesita ahora consolidar aquel triunfo con otro en las legislativas de hoy para continuar las reformas y buscar una fórmula que permita preservar la unidad del país.

Parece evidente que no logrará la mayoría parlamentaria, pero podrá configurar con otras fuerzas, en particular con el Frente Popular del primer ministro, Arseni Yatseniuk, una coalición que le permita avanzar.

La mitad de los 450 diputados de la Rada Suprema (Parlamento unicameral ucraniano) se elige por lista de partidos y la otra en circunscripciones uninominales. Poroshenko y Yatseniuk han pactado coaligarse en esta última votación para tratar de copar los escaños. Si les sale bien la jugada, la política del nuevo Gobierno será proeuropea y moderadamente hostil con Rusia.

Timoshenko, marginada

La cuestión es que la ex primera ministra y heroína de la Revolución Naranja de 2004, Julia Timoshenko, ha quedado marginada de la componenda urdida por el presidente y el primer ministro. A eso se une el inesperado éxito, de momento en los sondeos, de Oleg Liashkó, que combina populismo izquierdista, nacionalismo y rusofobia.

Una eventual alianza de Liashkó con Batkívshina (Patria), de Timoshenko, y con los ultranacionalistas que previsiblemente conseguirán colarse en las circunscripciones podría dar como resultado una política mucho más dura hacia Moscú y, en tal caso, un probable recrudecimiento de la violencia en el este.

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