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LA REFORMA INMIGRATORIA EN EEUU

País de inmigrantes para Obama, reto para los republicanos

Los conservadores se unen en el repudio a la medida pero se dividen en la estrategia. Los beneficiarios celebran la acción del presidente, pero temen que sea solo temporal

Obama sale del helicóptero para regresar a la Casa Blanca, el viernes.

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IDOYA NOAIN / Nueva York
León

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Entre las múltiples acepciones de la palabra «política» aparece la de «arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado». El miércoles, en Estados Unidos, la hubo con letras mayúsculas.

El presidente, Barack Obama, anunció una serie de acciones ejecutivas que eliminarán temporalmente (inicialmente por tres años desde el 2015) el riesgo de deportación para hasta cinco millones de inmigrantes sin papeles de los 11 que viven en el país. A golpe de decreto -la «traza»- Obama dio un paso con precedentes en la forma (todos los presidentes republicanos y demócratas desde Dwight Eisenhower han emprendido acciones ejecutivas referentes a la inmigración) pero inédito en el alcance.

En las palabras y el paso de Obama, además, hubo mucho del «arte» de la política. Su declaración estuvo salpicada de recordatorios de principios morales --«somos y siempre seremos una nación de inmigrantes»- pero también fue claro el órdago para el Partido Republicano.

A partir de enero los conservadores tendrán el control del Congreso, donde hasta ahora, solo con mayoría en la Cámara baja, han bloqueado una reforma seria y amplia de las leyes de inmigración. Y aunque la respuesta inmediata de los republicanos tras el anuncio de Obama fue responder con voz unida denunciando un «abuso de poderes», «daño a la presidencia», «ruptura de la confianza» y una «amnistía» que «anima a más gente a seguir viniendo ilegalmente», no hay una opción clara de acción. John Boehner, presidente de la Cámara baja, anunció solo que «actuarán», pero no especificó cómo y solo dos fiscales estatales republicanos anunciaron demandas contra el decreto.

Los republicanos se debaten en una compleja división interna sobre estrategias para abordar una cuestión que puede ser vital para sus aspiraciones de recuperar la Casa Blanca en el 2016. Esa división es un gran reto que potencia una mayor exposición de las voces más radicales y el propio partido sabe los riesgos que eso conlleva. «Si los hispanos creen que no los queremos aquí, harán oídos sordos a nuestras políticas», reconocía un informe interno preparado por los republicanos analizando la derrota en las presidenciales del 2012 de Mitt Romney, que solo logró un 23% del voto hispano.

VOCES RADICALES

Una de esa voces radicales es la de Steve King, representante de Iowa, que puede volver a presentar en enero una propuesta de ley que le tumbó el Senado y que pedía deportar a los inmigrantes beneficiados por la anterior acción ejecutiva de Obama, que protegió de la expulsión a los llamados «dreamers» (quienes llegaron al país antes de 2007 cuando eran niños, un grupo que Obama ahora amplía a los llegados hasta el 2010).

El enfrentamiento de sus ideas con las del sector moderado es ya evidente. «Si nos pasamos en la reacción se convierte en una discusión sobre nosotros, no sobre el presidente Obama», alertaba ayer Lindsay Graham, senador republicano que firmó una reforma migratoria bipartidista que el Senado aprobó el año pasado pero que murió en la Cámara de Representantes.

La intervención de Obama la siguieron también con interés y expectación millones de inmigrantes, con y sin documentos, y activistas. Aunque la reacción no ha sido unánime predomina la sensación de triunfo, la idea de que ellos también han sabido hacer política, en la acepción de «actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo».

En reuniones para ver el discurso organizadas en todo el país se escucharon gritos como «¡sí pudimos!» en vez del ya clásico «sí, se puede». Hubo promesas de seguir luchando por quienes aún no pueden beneficiarse de la reforma. Pero también hubo muestras de insatisfacción.

En El Paso (Tejas) Rosa Mejide habló con Associated Press (AP) para mostrar su decepción con una medida «desabrida». «Obama nos ha dado un aperitivo pero no sabe a nada», decía la mujer, que llegó a EEUU en 1999, el año pasado celebró que sus hijos pudieran convertirse en 'dreamers', pero personalmente no evita el riesgo de deportación.

Otros, como Isaura Peña, una mujer de 20 años cuyos padres viven en EEUU, puso sobre la mesa otro de los peros al plan de Obama. «El miedo persiste porque esto es temporal y necesitamos algo permanente·», le dijo a AP en Portland (Oregón). En sus palabras se resume el miedo de muchos inmigrantes: si en el 2016 hay un cambio de partido en el Despacho Oval, el nuevo presidente podría anular las acciones ejecutivas y la gente a la que Obama el miércoles animó a «abandonar las sombras» sería aún más vulnerable.