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El papa ataca al integrismo islámico que «relega a Dios como pretexto ideológico»

El papa Francisco posa junto a los nuevos embajadores destacados en la Santa Sede.

Publicado por
íñigo domínguez | roma
León

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Los tremendos atentados de París acapararon ayer la atención en el tradicional discurso anual que el papa dirige a los embajadores destacados ante la Santa Sede. Francisco dijo que en estos ataques «los demás no son percibidos como seres de igual dignidad, como hermanos y hermanas de la humanidad, sino que son vistos como objetos». Sus autores, dijo, son esclavos «de formas desviadas de religión» que «nacen en un corazón corrupto, incapaz de ver y obrar el bien, de perseguir la paz».

Bergoglio, que ya ha afrontado el fanatismo islamista en varias ocasiones, se refirió explícitamente al «terrorismo fundamentalista en Siria e Irak». «Es consecuencia de la cultura del descarte aplicada a Dios. El fundamentalismo religioso, antes incluso de descartar a los seres humanos perpetrando horrendas masacres, rechaza a Dios mismo, lo relega a un mero pretexto ideológico». Ante la amenaza del Ejército Islámico (EI) el papa pidió «una respuesta unánime en el marco del derecho internacional que pare la violencia». En ese contexto recordó el alarmante éxodo de cristianos de Oriente Medio, que huyen de guerras y persecuciones. «Pido a los líderes, especialmente musulmanes, que condenen toda interpretación fundamentalista de la religión que justifica tales actos de violencia», dijo el pontífice.

En una larga enumeración de conflictos, Francisco repitió un concepto grave usado en otras ocasiones: «Es como una auténtica guerra mundial a trozos». El papa habló de Nigeria, Libia, Sudán, República Centroafricana, el Cuerno de África y la República Democrática del Congo. También se detuvo en el drama de la inmigración y reiteró su llamamiento ante el Parlamento Europeo: «No se puede tolerar que el Mediterráneo se convierta en un gran cementerio». Tuvo además palabras para el drama de la violación de mujeres en las guerras y para los enfermos de ébola, «los leprosos de nuestro tiempo».

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