TRAGEDIA EN ASIA
Margallo es felicitado por la evacuación de los españoles atrapados en Nepal
El éxito de la operación contrasta con los sinsabores a los que se enfrenta el Gobierno.
En un momento en el que los políticos navegan por las aguas del descrédito sorprende que una actuación del Gobierno se gane el reconocimiento de los adversarios políticos y de la ciudadanía. La proeza es del ministro de Asuntos Exteriores. Y es que la forma en que José Manuel García-Margallo gestionó la evacuación de 127 españoles atrapados en Katmandú por el terremoto le ha granjeado las alabanzas generales, aunque algunos familiares de los 59 que aún quedan en Nepal hayan mostrado su malestar en las últimas horas.
Los primeros agradecidos fueron los propios evacuados. La misma suerte que les castigó con estar en el momento y lugar equivocado les favoreció con el hecho de que el jefe de la diplomacia tuviera programado para el mismo día del terremoto un viaje oficial a la India. Y, lo que es más importante, con reuniones fijadas con varios de los ministros más importantes del país asiático y con el jefe de Gobierno, Narendra Modi. El propio Margallo ha reconocido que fueron las peticiones que formuló a los dirigentes indios las que desbloquearon la evacuación de los españoles. Fue una llamada de Modi la que permitió embarcar a parte de los atrapados en vuelos comerciales y al resto en el avión de la Fuerza Aérea que llevó al ministro hasta Nueva Delhi.
Habituados a recorrer el mundo sólo con una mochila a la espalda, muchos de ellos vegetarianos y alguno de profesión tatuador, a simple vista podría parecer que la mayoría de los 44 españoles que regresaron a España en el avión del ministro estarían, sino alejados de la política, sí al menos de un Gobierno conservador. Pero la ideología fue lo de menos a bordo de aquel vuelo. «El ministro lo ha hecho muy bien, no me importa su partido. Ha hecho que me plantee volver a votar en mucho tiempo y lo haría por él», manifestó uno de los repatriados, de aspecto más bien alejado a los patrones de votante del PP. «Este año voy a estar encantado de pagar mis impuestos», se escuchó añadir a otro ya en un tono más distendido.
Ninguno de los rescatados olvida que Margallo se comprometió a que el avión que lo llevó hasta la India no se movería de allí hasta que el último español fuera sacado de Katmandú. Ni tampoco que mientras americanos o franceses se quedaron en el aeropuerto de la capital nepalí a la espera de la ayuda de sus gobiernos el ministro cumplió con su promesa y los trajo de vuelta a casa.
Durante los tres días en los que se prolongó la operación de rescate, la maquinaria de Exteriores demostró estar bien engrasada. Empezando por el personal de la embajada de Nueva Delhi, que permaneció varios días sin dormir en un esfuerzo desesperado por localizar a decenas de españoles de los que no se tenía noticia. El propio ministro se emocionó al felicitarles cuando las evacuaciones ya habían culminado.
El éxito de la operación en Nepal llega como un soplo de aire fresco para el Ejecutivo, sacudido día sí y al otro también ya sea por la detención de Rodrigo Rato, la polémica por la amnistía fiscal a las grandes fortunas fuera de España o la propuesta del ministro Rafael Catalá de multar a los medios que publiquen datos judiciales bajo secreto de sumario.
A sus 70 años y pese a llevar toda la vida en política desde sus tiempos de diputado de UCD, el ministro era un desconocido para la opinión pública antes de ser nombrado jefe de la diplomacia. No obstante, los círculos íntimos de Mariano Rajoy eran conocederos de que una vez llegara a La Moncloa, la primera cartera que adjudicaría sería la de Exteriores y que se la daría a Margallo, amigo suyo de la infancia y persona de su máxima confianza.