TERRORISMO EN ASIA
La ansiedad aumenta en Bangkok tras otro ataque sin víctimas
Las autoridades buscan a un sospechoso grabado por las cámaras del templo
Un joven con camiseta amarilla y melena alborotada es el hombre más buscado en Tailandia. «No es el sospechoso sino el culpable. Es el terrorista», aclaró un portavoz oficial después de una jornada de rumores y especulaciones sobre un atentado que ha roto la tradicional calma del país de la sonrisas. La explosión de una bomba en un céntrico templo budista de Bangkok había provocado al menos 20 muertos y 140 heridos la noche anterior.
La policía colgó fotos del aún presunto terrorista en las redes sociales extraídas de la filmación de una cámara del templo hinduista Erawan. Las imágenes muestran a un joven sentado en un banco que deja la mochila y se va apresurado tras utilizar el teléfono móvil.
Poco después se produjo una detonación que esparció cadáveres mutilados y sangre sobre la calle. «Es el peor incidente que ha ocurrido nunca en Tailandia», sentenció el primer ministro y general golpista, Prayuth Chan-ocha. «Antes ha habido pequeñas bombas y algo de ruido, pero esta vez han atacado vidas inocentes. Quieren destruir nuestra economía, nuestro turismo», añadió. La bomba, elaborada con unos cinco kilos de dinamita, había sido introducida en una tubería abandonada cercana al templo y fue detonada a distancia.
La capital fue golpeada de nuevo ayer por otra explosión, esta vez sin heridos. El artefacto fue arrojado desde el puente Thaksin y explotó en las aguas del muelle Sathorn, provocando un salto de agua y las carreras de los turistas. Se desconoce si está relacionado con el primero, que no fue planeado para buscar el ruido mediático sino las mayores víctimas posibles. Esa zona, con algunos de los mayores centros comerciales y más lujosos hoteles de la capital, suele estar muy frecuentada por turistas a las siete de la tarde, cuando estalló la bomba.
Varias hipótesis
Su modus operandi no se ajusta a los sospechosos habituales. Los grupos musulmanes secesionistas han librado durante una década una batalla con el Ejército que ha dejado miles de muertos, pero sus ataques nunca se han extendido más allá de las provincias del profundo sur ni tenido por objetivo a los turistas.
La otra opción son los llamados camisas rojas o leales a la depuesta primera ministra Yingluck Shinawatra, y su hermano mayor, Thaksin. Ambos fueron expulsados del poder por los militares después de haber arrasado en las elecciones. El Gobierno apuntó veladamente a los camisas rojas cuando ayer habló de «un grupo antigubernamental con base en el noreste de Tailandia». Las 20 provincias de esa zona, conocida como Isán, son una sartén implacable donde los campesinos se desloman para arrancarle algo a la tierra, alejada de los neones de Bangkok y las playas de arena blanca.
La sociedad permanece irremediablemente fracturada entre los camisas rojas y los sectores de la capital que se han repartido tradicionalmente el poder y el dinero y utilizado al Ejército y la justicia para descabalgar del poder a los primeros.
Los enfrentamientos en 2010 provocaron 90 muertos en la misma zona en que se produjo el atentado del lunes, pero en ningún caso se utilizaron bombas de parecido alcance. El Gobierno golpista ha acusado a los camisas rojas de los ataques esporádicos de los últimos meses, que no ha registrado víctimas, lo que ha sido desmentido por los primeros.
Una británica
Solo la captura del joven de la camiseta amarilla resolverá el misterio de la autoría de un atentado que puede golpear al turismo, una de las principales fuentes de ingresos del país. Tailandia es un destino muy seguro en Asia, sin los ataques integristas que han castigado otros países como Indonesia.
El atentado mató a cinco tailandeses, dos malasios, cuatro chinos, un singapurés, una británica y otras siete personas cuya nacionalidad no ha sido aún desvelada. Las autoridades de Hong Kong, de donde provenían dos de las víctimas chinas, han recomendado abstenerse de viajar a Bangkok. Filipinas, Australia y Singapur han pedido a sus nacionales que extremen sus precauciones.