Bruselas no se atreve a levantar la persiana a causa del miedo

El Gobierno de Bélgica tiene miedo y no se atreve a levantar la persiana de Bruselas. Ayer, por cuarto día consecutivo, la capital de la Unión Europea y sede de la Otan volvió a ser una ciudad fantasma vigilada por cientos de militares y policías. Sin apenas tráfico, sin comercios, sin vida. El metro no abrió sus puertas, como tampoco lo hicieron los colegios y las universidades de la ciudad. Tampoco los centros comerciales, las vías comerciales, las grandes superficies, las bibliotecas, los museos, los cines... Bruselas sigue maniatada por el terror yihadista, por el miedo a sufrir otro París.

A primera hora de la noche, el primer ministro belga, Charles Michel, anunció que no han tenido más alternativa que mantener el estado de sitio (nivel 4 de 4) porque la amenaza sigue siendo igual de preocupante que el sábado. El riesgo de un atentado terrorista con armas y explosivos en diferentes lugares a la vez cometidos por varias personas es «grave e inminente». Lugares como centros comerciales, eventos masivos o el transporte público. Lugares donde el Isis pueda hacer el mayor daño posible. Bélgica temen que la capital de la vieja Europa pueda sufrir su particular 13-N parisino y ante esta tesitura, la precaución sigue reinando en el Consejo de Seguridad Nacional, que reúne a los principales ministros —Interior, Exteriores o Justicia— y que no volverá a citarse hasta el lunes.

«Sabemos que la situación es complicada y nosotros somos los primeros que queremos que vuelva la normalidad, pero estas medidas son necesarias», recalcó en un intento de pedir a los bruselense un nuevo esfuerzo para mantener la «serenidad» —el resto del país sigue en nivel 3 de 4, al ser la amenaza «posible»—.

Y en este intento de «recuperar la normalidad», Michel avanzó que a partir de hoy, las escuelas y la red del suburbano comenzarán a abrirse de forma paulatina «con medidas de seguridad suplementarias».