LA CARRERA A LA CASABLANCA
Las elecciones del descontento en EEUU
El auge de los candidatos populistas y periféricos marca el inicio de las primarias norteamericanas
Un paisaje parcheado de nieve y campos ondulados de maíz y soja, que esperan a la primavera para recuperar la vitalidad, rodea la localidad de Kellogg, un pueblo diminuto de 600 habitantes en el centro de Iowa, el estado donde el lunes comienza el proceso de primarias para elegir a los candidatos demócrata y republicano a la Casa Blanca. Es mediodía y no hay un alma en la calle. Tampoco en el taller de Todd Neleman, un mecánico casado y con dos hijos. “No iré a votar el lunes porque no creo que mi voto sirva para nada”, dice mientras juguetea con un boli. “El país está hecho un desastre. Como empresario, cuando no tengo dinero dejo de gastar. No entiendo por qué no hacen los mismo en Washington. A nuestros hijos no les vamos a dejar más que una montaña de deuda”, argumenta.
Neleman cree que el país mejorará con el próximo presidente y, aunque dice tomarse la vida con cierta parsimonia, espera impaciente un cambio radical. El precio de su seguro médico se ha disparado desde que entró en vigor a la reforma sanitaria del presidente Barack Obama. Le molesta que quieran regular los rifles de asalto con los que caza ciervos y mata coyotes, y está harto de “los políticos que prometen cosas que después no cumplen”. En las generales votará republicano.“Me gusta Donald Trump porque sé que le dará un revolcón a todo y gestionará el país más como si fuera una empresa. También me gusta Marco Rubio porque sabrá como acabar de raíz con el Estado Islámico”, afirma.
Las primarias que ahora comienzan después de más de medio año de intensísima precampaña son de algún modo las elecciones del descontento. Como ha sucedido en muchos países de Europa, parte de la ciudadanía demanda un vuelco sustancial, una nueva forma de hacer política, sin las inercias y privilegios del pasado, y un reparto de los frutos económicos más equitativo.
Ese clima ha permitido el sorprendente auge de los candidatos periféricos y las voces populistas que prometen una ruptura con el estatus quo, tanto en la derecha como en la izquierda del espectro político. Bernie Sanders, un quijote socialista en edad de jubilación, le está haciendo sombra a Hillary Clinton, la misma mujer a la que el comité editorial del New York Times ofreció ayer su respaldo tras definirla como “uno de los candidatos más ampliamente y profundamente cualificados de la historia moderna”. Sanders ha sabido capitalizar la imparable disparidad económica entre los ricos y el resto, una brecha que no alcanzaba tales proporciones desde los años treinta del siglo pasado, y el poder desmesurado de los bancos y las grandes empresas para moldear las leyes que regulan la vida de todos.
LOS CHIVOS EXPIATORIOS DE TRUMP
Entre los republicanos, ha emergido el más improbable de los candidatos, Donald Trump, un empresario carismático que promete “volver a ganar” con una retahíla de vaguedades, como si la vida fuera un concurso de televisión o un casino, y que ha sabido encontrar chivos expiatorios para toda clase de problemas complejos. Por la derecha tiene a Ted Cruz, un senador que vive de fustigar a la mano que le da de comer, a ese “cártel de Washington” del que forma parte. Los dos han frenado por el momento a Marco Rubio, la gran promesa conservadora, que es a pesar de todo el único que se perfila como alternativa y prácticamente han anulado a Jeb Bush, hijo y hermano de presidentes, y una maquina de recaudar dinero.
Especialmente en la América conservadora hay un escozor vitriólico hacia las instituciones y un elevado grado de ansiedad hacia la transformación que ha vivido el país. “La gente está realmente enfadada con el estatus quo y ese cabreo lo han sabido capitalizar candidatos como Donald Trump, que ha usado a los inmigrantes como chivo expiatorio a los problemas económicos”, afirma el profesor de Políticas de la universidad de Boston, Tom Whalen. “Yo no diría que hay miedo, pero sí ansiedad hacia los cambios socialesque se han producido en los siete años de la era Obama”, opina desde la universidad de Tufts, Debbie Schildkraut. “Todo ha sucedido muy rápido: el primer presidente negro, la legalización del matrimonio gay y la marihuana lúdica (solo en algunos estados), la reforma sanitaria o el hecho de que las minorías se están convirtiendo en la mayoría”. El grueso de los niños que nacen en el país ya no son blancos. Tampoco los que entran en la escuela pública.
AUGE DEL YIHADISMO
Todos estos factores han hecho que esta campaña esté siendo diferente. Pero hay otros, como la escasa importancia que está teniendo la economía comparado con el espacio que ocupó en 2008 y 2014. El auge del yihadismo ha catapultado la política exterior y la seguridad nacional al centro del debate. Y eso que en economía hay donde rascar porque aunque el paro haya caído a la mitad y se roce el pleno empleo, aunque se haya recortado el déficit o el país crezca mucho más que sus pares europeos, los salarios apenas han aumentado y el ingreso medio de las familias todavía no está por debajo de los niveles que dejó la crisis.
Otro aspecto llamativo es que hasta ahora el dinero está siendo incapaz de decantar la carrera. El candidato que más ha recaudado está hundido en las encuestas (Jeb Bush) y otro que se ha gastado muy poco y casi todo de su bolsillo (Donald Trump) comanda cómodamente la carrera republicana. El circo, en cualquier caso, acaba de comenzar: está en juego el cargo más poderoso del planeta.