Crece la tensión en la ‘jungla’ de Calais ante la posible evacuación
El campamento de inmigrantes alberga a los clandestinos que sueñan con llegar a Reino Unido.
l. m. pascual | calais (francia)
El campamento de inmigrantes de Calais, donde cientos de clandestinos aguardan su oportunidad para entrar en el Reino Unido, vivió ayer una jornada de tensa calma, ante la orden de evacuación parcial dictada por el Gobierno francés y frenada provisionalmente a la espera de una decisión judicial.
La rutina que se ha creado en el lugar, situado a las afueras de la ciudad que alberga el puerto de enlace marítimo con el Reino Unido y el lado francés del eurotúnel, se vio alterada por la inminencia de su eventual cierre.
El Ejecutivo francés había ordenado la evacuación de la mitad sur del campamento antes de la noche de ayer, al considerar que la llamada «jungla» de Calais no reúne las condiciones humanitarias necesarias para albergar a los inmigrantes, por lo que ha sido condenado por la justicia.
A cambio, instaló junto al campamento un barrio de barracones prefabricados y con calefacción para albergar a los evacuados.
Pero las organizaciones humanitarias que trabajan desde hace meses con los clandestinos consideran que el número de camas alternativas es muy inferior al de las personas que residen en la parte que pretenden evacuar.
Por ello, varias de ellas interpusieron una denuncia ante el Tribunal Administrativo de Lille (norte de Francia), cuya titular visitó ayer el campamento, rodeada de importantes medidas de seguridad, y escuchó a las diferentes partes, aunque no se pronunció sobre el caso, lo que retrasó la eventual evacuación del campamento.
No está previsto que dicte su veredicto hasta hoy o mañana, lo que puede prolongar la situación de tensa espera en la «jungla».
El campamento vivió ayer pendiente de su futuro más cercano. La entrada de una máquina excavadora, lo que en los últimos días era un hecho habitual para desescombrar alguna zona, fue recibida con desconfianza.
«¿Se acabó la ‘jungla’?», preguntaban, asombrados, algunos de los inmigrantes, que ya en los últimos días venían augurando novedades en su situación.
Un refuerzo del dispositivo policial que rodea el campamento y la presencia de multitud de periodistas son otros de los elementos que han alterado la vida de este atípico lugar.
«Yo solo me muevo de aquí para ir al Reino Unido», asegura Aso, un cristiano de Irán que juega con la cruz de madera que cuelga de su cuello.
Como otros muchos habitantes de la «jungla» de Calais, Aso teme que ir al campamento oficial instalado por el Gobierno francés ponga fin a sus esperanzas de llegar al otro lado del canal de la Mancha, donde le esperan sus dos hermanos que, como él, huyeron «de la difícil vida de un cristiano en el sanguinario régimen iraní».
Francia obliga, por motivos de seguridad, a que todos los que acudan a los barracones sean registrados a través de sus huellas dactilares.
«Eso ya te cierra las puertas del Reino Unido», afirma Gabremikel, un eritreo que regenta una improvisada barbería.