«Somos hermanos y queremos vivir en paz»

Atentado o terrorismo son palabras a las que resulta complicado buscarles un antónimo preciso. Es más fácil oponer a ellas una imagen, un gesto. Ante el horror, acogida. Ante las bombas, ternura. Tres días después de los ataques yihadistas de Bruselas, que dejaron al menos 31 muertos, el papa Francisco respondió a ellos poniéndose ayer de rodillas para lavarle los pies a 11 refugiados, en su mayoría de religiones diferentes al catolicismo y de diversas nacionalidades, y a una de las trabajadores sociales italianas del centro donde están acogidos en Castelnuovo di Porto. Bergoglio acompañó con un mensaje de denuncia este rito, símbolo elocuente de la gran preocupación que ha manifestado desde que comenzó su pontificado por los refugiados e inmigrantes. Señaló que detrás del «gesto de guerra» que supusieron los atentados de Bruselas, no sólo están aquellos que «no quieren vivir en paz». También consideró responsables a «los fabricantes y a los traficantes de armas», a quienes acusó de buscar «la sangre, no la paz». El papa celebró la diversidad de los 892 residentes y 114 trabajadores del centro de acogida para solicitantes de asilo de Castelnuovo di Porto, donde celebró ayer la misa de la Cena del Señor. En su mayoría provienen de Eritrea. Hay también subsaharianos (la mayor comunidad es originaria de Malí), afganos, sirios, palestinos, iraquíes… «Todos nosotros, juntos: musulmanes, hinduistas, católicos, coptos, evangélicos… Pero hermanos e hijos del mismo Dios que queremos vivir en paz, integrados», dijo Francisco.