Diario de León

La Comisión Europea apuesta por una inteligencia común de verdad

Juncker, en el medio de la imagen, el pasado martes en Bruselas. ETIENNE ANSOTTE / HANDOUT

Juncker, en el medio de la imagen, el pasado martes en Bruselas. ETIENNE ANSOTTE / HANDOUT

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Dos preguntas. La primera: ¿dónde será la próxima vez? La segunda: ¿por qué ahora debemos creérnoslo? Dos preguntas, dos hachazos a la convivencia europea. Bruselas llora desangrada mientras los políticos hablan y hablan proclamando que ahora sí que sí, que ya nada será igual. Un minuto de silencio. Y otro. Y otro. Siempre la misma rutina. Cruel. Lloró Madrid, lloró Londres, lloró París y ahora, lo hace el corazón de Europa, su símbolo. ¿Seguiremos llorando? Quizá. ¿Puede evitarse? Tal vez. Dicen que llorar es bueno, pero tanto…

Bruselas es muy complicada. Quizá por eso los corresponsales europeos tendemos a simbolizar con apenas ocho letras un sinfín de realidades. Y es que la gran riqueza de la UE es quizá su principal debilidad: 28 países, 28 sensibilidades, 28 intereses nacionales, 28 formas de ser, de pensar. Demasiada Unión y poca unidad en temas vitales, como el de la lucha contra el terrorismo. ¿Por qué no hay un cuerpo de Inteligencia único? «La seguridad es la última gran competencia nacional que les queda a los estados. Jamás se van a desprender de ella. Y decir lo contrario, es mentir», asegura un veterano diplomático comunitario. «Ha habido, aunque ya menos, una evidente falta de confianza que es más que entendible porque hay información sensible que puede afectar a los intereses nacionales de un país», justifica.

Madrid, Londres, París, Bruselas… Europa sigue llorando. «Si los gobiernos hubiesen seguido las propuestas de la Comisión, la situación no sería la que tenemos ahora». El dardo, envenenado, lo lanzó el miércoles el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, harto de que las iniciativas legislativas que en materia de seguridad parten de su Ejecutivo encuentren mil y una trabas en el Consejo Europeo (reúne a las capitales) y en la Eurocámara. Así, a vuelapluma, suena descabellado, pero la desesperante lentitud burocrática de la UE sólo está motivada por una cosa: su obsesión por la democracia.

La clave

Todo debe aprobarse por todos y claro, poner de acuerdo a gente tan diversa no es tarea fácil, ni en tiempo ni en forma. Imagínese por ejemplo que usted debe elegir un destino para irse de vacaciones y que esa elección debe pactarla posteriormente con 28 amigos (Consejo). No sólo eso. En paralelo, deberá convencer al Parlamento Europeo para que el dé el sí quiero. Así que muchas veces, de lo que se propone en un principio a lo que sale va un mundo. ¿Enrevesado? Bienvenidos a la UE.

De ahí, por ejemplo, que una herramienta clave para combatir el terrorismo como es el registro de pasajeros (PNR) que venían reclamando los países desde hace más de cinco años todavía no haya entrado en vigor porque el Parlamento se negaba a aprobar un mecanismo que podría vulnerar la intimidad de las los viajeros. Eso sí, tras la masacre de París, todo se aceleró y la pretensión es que entre en vigor «en abril». «Debemos admitir que no estamos en nuestro mejor momento», confesó Juncker. La gestión de la crisis económica ha dejado demasiado maltrecho el proyecto europeo, que ha puesto una alfombra a los populismos, los eurófobos y los extremismos. Los refugiados, por ejemplo, tienen todos los papeles para pagar los platos rotos de este tipo de atentados ya que los servicios de Inteligencia han confirmado que más de uno se ha ‘colado’ entre las decenas de miles de personas que huyen de la guerra. Injusto y dramático, sí, pero las opinión pública de ciertos países de la UE son para echarse a temblar.

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