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¿Cuántos niños más deben morir?

Desde la muerte de Aylan en septiembre, más de 340 menores han perdido la vida ahogados en su periplo migratorio

Un miembrod de la oenegé Sea Watch sostiene el cadáver de un bebé muerto recuperado de las aguas del Mediterráneo entre Libia e Italia.

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JAVIER TRIANA / MONTSE MARTÍNEZ / ESTAMBUL / BARCELONA
León

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El mar queda al fondo de la fotografía. Sobre una embarcación segura, Martin, un socorrista alemán de la oenegé Sea Watch, sostiene el cadáver de un bebé anónimo y lo mira con la pesadumbre de haberlo sacado sin vida de  las aguas entre Libia e Italia. La instantánea es reciente, del pasado viernes. Nadie sabe su nombre, pero bien podría ser otro Aylan, el niño muerto y varado en la orilla de una playa de la localidad turca de Bodrum el pasado 2 de septiembre, elevado a icono del drama migratorio. Desde entonces, hay más de 340 menores fallecidos que podrían ser Aylan. ¿Dónde empezó a desvanecerse el impacto de las fotografías y las imágenes a cuál más demoledora? ¿Cuántos niños más deben morir para alcanzar una solución política?

Las expectativas no son halagüeñas. “Este trágico incidente es solo el último de este tipo. Y por desgracia veremos seguramente más en las próximas semanas y meses”, afirma a EL PERIÓDICO Simon Ingram, del departamento de Comunicación de UNICEF. “. El número de niños muertos -continúa Ingram- es seguramente mayor de 340, ya que no se tiene constancia de todo”. UNICEF prevé, además, un incremento drástico de niños tratando de llegar a la UE en los próximos meses, una cifra que ahora se sitúa en 1.000 al mes en lo que va de año.

El impacto de la fotografía del cadáver sacado del agua por el socorrista alemán queda muy lejos de la de Aylan Kurdi, tomada por Nilüfer Demir, de la agencia turca de noticias Dogan. Aquella imagen, por ejemplo, motivó la creación de la oenegé de socorristas de Badalona Proactiva Open Arms y sirvió para agitar, mínimamente, la conciencia de los Gobiernos europeos. Los 28 consiguieron ponerse de acuerdo y lanzar un plan para distribuir por Europa a 160.000 refugiados llegados a las costas de Grecia e Italia. Han pasado nueve meses desde aquella decisión –se ha distribuido un 1%- y el avance es irrisorio por insuficiente.

¿Qué cambiará la fotografía del bebé anónimo ahogado en manos del activista alemán? “Hay una teoría que es la de la aguja hipodérmica, por la que al final acabas adaptándote a las imágenes más atroces y considerándolas banales”, explica Miguel Sobrino, profesor del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.

Según Sobrino, en el caso de Aylan, “hubo una confluencia de astros” que ahora ya no se da. “La prensa está alineada con los intereses dominantes en la política europea”, remata Sobrino. De una Europa que ve cómo frente a sus costas han muerto 2.510 personas desde el inicio de 2016 (de las cuales al menos 880 solo la semana pasada), frente a las 1.855 del mismo período del año anterior, según cifras de ACNUR.

Sin menospreciar la complejidad del tema y sus múltiples aristas,Ferrán Camas, director de la cátedra de Inmigración y Ciudadanía de la Universitat de Girona (UG), considera que no habrá solución mientras no haya “un pacto global sobre migraciones auspiciado por la ONU”. “A nivel europeo, los Estados deben ceder su soberanía en gestión migratoria a las instituciones europeas y acatar los pactos alcanzados de forma vinculante”, apunta el catedrático.

EL ROL DE LA SOCIEDAD CIVIL

Para el profesor David Moya, coordinador del master en Migraciones Contemporáneas de la Universitat de Barcelona (UB), la sociedad civil debe exigir más a su clase política. “La sociedad civil ha elevado los estándares éticos de exigencia pero debería traducirse en una mayor exigencia a nivel político de asunción de responsabilidad a nuestros gobiernos para que se impliquen con la misma intensidad”, argumenta para añadir: “La sociedad civil debe seguir velando para que las normas que se cocinan con Estados vecinos respondan a elevados niveles de exigencia en términos de derechos humanos”.

En Bruselas, algunos, no todos, entonan el ‘mea culpa’. “No podemos estar satisfechos con los resultados que hemos obtenido hasta ahora”, admitía hace apenas diez días el comisario de Inmigración,Dimitrios Avramopoulos, informa Silvia Martínez. Sus reiterados llamamientos a los gobiernos de la Unión Europea para que cumplan con las promesas que han puesto negro sobre blanco en cada cumbre que han celebrado desde entonces no han dejado de caer en saco roto.

No todo el mundo en Bruselas asiste con la misma complacencia a esta evolución y las voces más críticas proceden, como es habitual, delParlamento Europeo. El líder del grupo de los socialistas,Gianni Pitella, afectado por las últimas tragedias, plantea: “¿Cuántas muertes más debemos contar antes de aplicar el pacto migratorio europeo, revisar el sistema de Dublín (de asilo), construir un sistema de reubicación efectivo y una ruta segura hacia Europa?”, se pregunta.

La eurodiputada de Izquierda Unida Marina Albiol, para quien las fronteras se han convertido en los últimos años “en una trampa mortal” y que así seguirán mientras “los grupos políticos que gobiernan Europa continúen haciéndole el juego a la extrema derecha”, presentando la inmigración como el problema.