Diario de León

LA NUEVA ADMINISTRACIÓN DE EEUU

John Kelly, el extraño aliado

El nuevo jefe de gabinete, un general retirado de los marines, deberá imponer su disciplina en la Casa Blanca del impetuoso Trump

Trump y Kelly, el pasado mes de mayo, en un acto en New Londond (Connecticut).

Trump y Kelly, el pasado mes de mayo, en un acto en New Londond (Connecticut).

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IDOYA NOAIN / NUEVA YORK
León

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En julio de 2016 el general retirado John Kelly dio una entrevista a la revista 'Foreign Policy' en la que mostró su desprecio por las "cloacas de la política nacional". Hablaba un hombre que había colgado solo unos meses antes su uniforme de los marines, en el que había acumulado en 45 años de carrera cuatro estrellas, y en aquel momento sus críticas se dirigían sobre todo a las batallas retóricas de la campaña. Un año después, con Donald Trump en la Casa Blanca, y tras haber pasado ya seis meses como su secretario de Seguridad Nacional, Kelly debe tratar ahora de que sea la Casa Blanca la que no se convierta en una fosa séptica.

El nombramiento el viernes del antiguo militar de 67 años como jefe de gabinete, en sustitución de Reince Priebus, trata de poner freno al caos que se ha instalado en el Ala Oeste. Con él ha llegado una disciplina que ha estado ausente de la Casa Blanca desde el 20 de enero. Y su estilo decidido ya se ha notado en sus primeros pasos: el lunes despidió al soez Anthony Scaramucci y, en una reunión con el personal, anunció nuevas reglas: se rendirán más cuentas sobre cómo cada uno realiza su misión, se ofrecerán mejores 'briefings' e información al presidente y todos, salvo Trump, responderán ante él.

El puño de hierro alcanzará también a asesores tan cercanos al presidente como su hija Ivanka y su esposo, Jared Kushner. Y los dos familiares asesores han accedido ya a cumplir las reglas de Kelly, que quiere limitar el acceso al Despacho Oval y tener un férreo control sobre quién visita al presidente allí y cómo se le trasladan propuestas políticas, sobre nombramientos o fichajes para la Administración o meros consejos.

Con el debut Kelly, que lideró tropas estadounidenses en Irak (y que en 2010 perdió a un hijo militar en Afganistán), ha dado las primeras señales sobre su estrategia: imponer el orden que ha estado ausente para poder centrarse en los asuntos de política nacional y exterior a los que debe atender Trump. Y otro de los pasos que ha dado ya (llamar tanto a líderes republicanos como demócratas en el Congreso) apuntan a que quiere enterrar inmediatamente las dudas sobre su falta de experiencia política (aunque fue el enlace entre los marines y las cámaras durante tres años y luego asistente de los dos secretarios de Defensa de Barack Obama).

El mayor reto para Kelly, no obstante, es su extraña alizanza con Trump, con uno guiado por la disciplina y el otro caracterizado por su impetuosidad. Y aunque Kelly además de mando militar es buen soldado (y estuvo dispuesto a asumir como suyos los problemas del veto a refugiados e inmigrantes musulmanes de Trump), se sabe también que puede indignarse con las acciones de su nuevo jefe. En la primera filtración que le afecta en la Casa Blanca se ha sabido que llamó a James Comey, el director del FBI despedido por Trump, para mostrarle su indignación por su cese y anunciarle que incluso consideraba dimitir de su Secretaría. 

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