EL MANDATARIO MÁS LONGEVO
Robert Mugabe, de la lucha por la independencia a la represión política
El presidente de Zimbabue, al borde de la dimisión tras casi cuatro décadas gobernando y ante un posible golpe de Estado. Desde su llegada al poder en 1980, el dirigente ha ordenado la represión de la oposición política y las movilizaciones ciudadanas
Con 93 años de edad, Robert Mugabe es el presidente más longevo del planeta. El líder de Zimbabue, que lleva 37 años gobernando el país, vive ahora uno los momentos más difíciles de su carrera tras el aparente golpe de estado por parte del Ejército. Mugabe, que ha sido el único dirigente que ha administrado el país africano desde su independencia colonial, se encuentra bajo arresto domiciliario mientras se plantea su posible dimisión.
Maestro de profesión y de formación católica, Mugabe ascendió al poder en 1980. Lo hizo elogiado por el pueblo y considerado como el héroe que había logrado la independencia de Zimbabue. Una popularidad de la que, tras casi cuatro décadas después, no sigue disfrutando. La crisis económica que acecha el país y las reiteradas violaciones a los derechos humanos por parte de su Ejecutivo son algunas de las causas que han llevado a Zimbabue al caos político y social.
Lucha guerrillera
En los años 80 y tras cumplir una condena de diez años en prisión, el zimbabuense fundó el Ejército de Liberación Nacional Africano de Zimbabue (ZANLA, en sus siglas en inglés) con el que luchó contra la minoría blanca racista que controlaba el país y en el que había establecido un ‘apartheid’. Tras lograr la independencia de Gran Bretaña, en febrero de 1980 se celebraron en la antigua colonia las primeras elecciones democráticas. Unos comicios en los que Mugabe obtuvo el 63% de los votos, convirtiéndose así en el primer ministro del país.
Durante sus primeras legislaturas, Mugabe impulsó políticas sociales con las que logró una mejora considerable en las condiciones de vida de los ciudadanos y una reducción drástica del analfabetismo. Sin embargo, su Administración pronto empezó a parecerse al régimen totalitario contra el que había luchado durante gran parte de su vida. Su mayor torpeza fue, probablemente, la dura represión que llevó a cabo contra la oposición política liderada por Joshua Nkomo.
Represión política
“Gukurahundi” es el nombre con el que bautizaron la matanza que las fuerzas militares, lideradas por Mugabe, realizaron durante 1982 y 1987 con el pretexto de luchar contra los opositores al Gobierno. La Quinta Brigada, un ejército entrenado por las fuerzas comunistas de Corea del Norte, acabó con la vida de 20.000 civiles, la mayoría de etnia Ndebele, hasta forzar, en 1987, la integración de sus adversarios a su actual partido, el ZANU-PF.
La última gran crisis que ahoga al país estalló en el 2000, cuando Mugabe decidió expropiar miles de territorios de granjeros blancos. Esta acción implicó una enorme escasez de alimentos y causó una devaluación monetaria, una inflación superior al 14.000% y un paro que, a día de hoy, aún supera el 80%. El dirigente zimbabuense culpó a los países occidentales de tramar un complot contra su Gobierno.
El líder africano está considerado por muchos países como un dictador y ha sido duramente criticado por el posible fraude en las elecciones, la represión contra la población y las continuas violaciones de los derechos humanos. La organización Human Rights Watch denunció en el 2016 los abusos policiales contra las movilizaciones ciudadanas que protestaron ese mismo año por la elevada pobreza, la corrupción política y la falta de una reforma electoral. Las autoridades zimbabuenses usaron cañones de agua, gases lacrimógenos y apalearon y arrestaron indiscriminadamente a los activistas que se manifestaban.
Críticas internacionales
Desde el 2002, la Unión Europea y Estados Unidos han impuesto al Ejecutivo de Mugabe varias sanciones, que incluyen la congelación de activos y la prohibición de viajar del presidente. Mugabe, sin embargo, ha encontrado en China su válvula de escape ante la generalizada aversión internacional. Las buenas relaciones entre ambos países son más que evidentes. Tanto es así que, en el 2015, Robert Mugabe recibió el Premio Confucio de la Paz que otorga anualmente el Gobierno chino.
Pese a la preocupante situación económica y social y las múltiples sanciones internacionales, el apego al poder de Mugabe es indiscutible. El presidente anunció sus intenciones de presentarse a los próximos comicios del 2018. No obstante, tras los últimos acontecimientos en el país y la ocupación militar de los principales edificios gubernamentales, todo parece indicar que el mandato del dirigente zimbabuense ha llegado a su fin.