PERFIL
Mnangagwa, alias 'El Cocodrilo'
El flamante presidente de Zimbabue, de 75 años, es conocido por su carácter ambicioso e implacable
Emmerson Mnangagwa, conocido como 'El Cocodrilo' por su carácter implacable, ha alcanzado a sus 75 años el objetivo que perseguía durante largo tiempo: suceder al hasta ahora líder indiscutible de Zimbabue, Robert Mugabe. Hace tan solo dos semanas, su carrera parecía irremediablemente truncada. Víctima de las ambiciones políticas de la primera dama Grace Mugabe, este cacique del régimen había sido destituido de forma fulminante de la vicepresidencia, perdiendo así su estatus de delfín natural del jefe del Estado.
Sin embargo, el despido solo duró dos semanas. Su derrocamiento provocó un golpe del Ejército, claramente hostil al ascenso de Grace Mugabe. Mientras, se mantuvo cautelosamente alejado de la crisis, en el exilio de la vecina Sudáfrica. Cuando regresó triunfalmente este miércoles fue acogido como un héroe por los seguidores del partido gubernamental, el ZANU-PF, que le nombró como nuevo líder. Tras haber puesto fin a la era Mugabe, ha prometido introducir en el país una "nueva democracia" y, sobre todo, relanzar una economía al borde de la asfixia financiera.
Más que una revancha, su ascenso a la presidencia constituye un reconocimiento para los héroes de la llamada guerra de "liberación", cuyos sueños de poder habían quedado largamente frustrados. Desde la independencia de Zimbabue en 1980, Robert Mugabe puso a Emmerson Mnangagwa en su órbita otorgándole ministerios de primer orden, especialmente los de Defensa y Finanzas.
En el 2004, Mnangagwa fue víctima por primera vez de su propia ambición. Acusado de conspirar por el cargo de vicepresidente, fue degradado en la jerarquía de ZANU-PF. Su rival Joice Mujuru le ganó en la carrera. No fue hasta el 2014 que accedió a la vicepresidencia, cuando Mujuru pagó el precio de una campaña de difamación orquestrada por la incontrolable y ambiciosa Grace Mugabe.
Hijo de un militante anticolonialista
Nacido el 15 de septiembre de 1942 en el distrito de Zvishavana, en el sudoeste de una Zimbabue entonces británica, el joven Emmerson creció en Zambia. Hijo de un militante anticolonialista, en 1966 se unió a la guerrilla independentista contra el poder de la minoría blanca. Después de ser arrestado, se salvó de la pena de muerte y cumplió 10 años de cárcel.
Mnangagwa guarda de aquellos años de lucha vínculos muy estrechos con los militares. El Cocodrilo, desde entonces, no derrama lágrimas y solo es conocido por su dureza. Un día explicará que sus años de guerrilla le enseñaron a "destruir y matar".
Represión a la disidencia
Como jefe de la Seguridad nacional, en 1983 dirigió la brutal represión de las fuerzas del orden en las provincias disidentes de Matabeleland (oest) y de las Midlands (centro). El balance de víctimas nunca fue confirmado, pero se estima que habría causado unos 20.000 muertos.
En el 2008, se encargó de organizar las elecciones presidenciales y de supervisar las denuncias de fraude y violencia, lo que al final permitió a Mugabe conservar el poder a pesar de su derrota en primera vuelta. Su celo le valió sanciones estadounidenses y europeas, pero también el puesto estratégico de jefe del mando de operaciones de todo el aparato de seguridad.
Takavafira Zhou, analista político de la Universitat Estatal de Masvingo (sur), describe a Emmerson Mnangagwa como un "duro en esencia". También lograría ser uno de los hombres más ricos de un régimen criticado por su corrupción, con intereses en las minas de oro.
Patrimonio extraordinario
Un cable diplomático estadounidense del 2008, revelado por Wikileaks, le atribuía "un patrimonio extraordinario", en parte acumulado cuando ayudó al presidente Laurent Kabila a combatir a los rebeldes en la República Democrática del Congo (RDC).
Después de su destitución de la vicepresidencia la semana pasada, rompió drásticamente con Robert y Grace Mugabe acusándoles de considerarse "semidioses" y denunciando un presidente "que se piensa con el derecho de gobernar hasta su muerte".
Su regreso al poder preocupa sin embargo a los que no han olvidado su oscuro pasado. "Nadie quiere una transición que vea a un tirano no elegido reemplazado por otro", resumía la semana pasada el ministro de Exteriores británico, Boris Johnson.