La Unión Europea hace la vista gorda con la llegada de los ultras en Austria
A. Lorente | Bruselas
Es difícil definirlo, es algo así como una mezcla de resignación y realismo. No gusta, obviamente, pero tampoco es un trauma insuperable. No se trata de fustigarse con mil latigazos, pero tampoco de hacer como si aquí no hubiera pasado nada. Como sucedió hacer 17 años, la ultraderecha del FPÖ ha llegado al poder en Austria de la mano del Partido Popular (OVP), pero a diferencia de lo ocurrido en 2000, la UE ha decidido dar un giro de 180 grados en su estrategia de contención. Entonces, se activaron casi de forma automática las primeras sanciones diplomáticas de la historia del club. Ahora, ni las habrá ni se esperan. Todo cambia.
La formación del nuevo austríaco ha quedado eclipsada por la extrema juventud de su canciller, Sebastian Kurz, quien conoce de primera mano cómo funciona Bruselas ya que fue ministro de Exteriores en la pasada legislatura. Tiene 31 años. Sí, 31, no es una errata. Hace incluso viejo a Emmanuel Macron, que acaba de cumplir los primeros 40. Kurz suma 32 menos que el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, y 29 años menos que el presidente del Consejo, Donald Tusk. Con ambos se reunió anoche en la capital comunitaria para ratificar su europeísmo y su compromiso con los valores del club. De momento, a la UE le basta.