Censura y propaganda contra la indignación por el reinado vitalicio de Xi
Las protestas contra la última decisión del Partido Comunista Chino se multiplican en las redes sociales
China tira de censura y propaganda para embridar a los estupefactos e indignados por el anunciado reinado vitalicio de Xi Jinping. Son tiempos extraños en una sociedad genéticamente apolítica y que adora a su presidente. Pero la última maniobra es interpretada como excesiva incluso por muchos de los que ven en Xi al necesario martillo contra la corrupción y al conspicuo protector del medioambiente.
La propuesta dominical del partido de enterrar la limitación de dos mandatos quinquenales para el presidente desató el frenesí en las redes sociales. Es habitual que cualquier noticia controvertida inicie un pulso entre los censores y los internautas. En Weibo (el Twitter nacional) se ha bloqueado cualquier mensaje que incluya la expresión “dos mandatos”, que cite al histórico emperador Yuan Shikai o a Winnie The Pooh, un viejo conocido de la censura desde que se vinculó a ese osito de escaso porte con el presidente. Las imágenes de Winnie con corona real circularon sin bridas hasta que la policía cibernética ordenó parar. Otras imágenes que aluden a la propuesta incluyen un preservativo con la leyenda “dos veces no es suficiente” o el cartel “Atención, el vehículo está ejecutando la marcha atrás” en referencia al regreso de la época imperial.
Borrado de comentarios
Los medios oficiales que publicaron la noticia empezaron por borrar los comentarios críticos hasta que el aluvión ha aconsejado cerrarlos por completo y subrayar un presunto apoyo popular. "La mayor parte de los funcionarios y las masas aseguran que esperaban que esta reforma constitucional se aprobara", señala un larguísimo y entusiasta artículo de la agencia oficial Xinhua. “La desinformación y la intervención de las fuerzas externas afectan a la opinión pública en China”, alertaba un editorial del 'Global Times', bajo el paraguas del 'Diario del Pueblo'.
La prensa extranjera, efectivamente, ha alertado del peligro de finiquitar los corsés que el clarividente Deng Xiaoping estableció tres décadas atrás para evitar los excesos maoístas. Pero las críticas también han llegado desde dentro. Las alusiones a la dinastía norcoreana, las cuatro décadas en el poder de Mugabe en Zimbabue o la democracia formal rusa han sido ubicuas en las redes sociales chinas. "Es una locura absoluta", opina Lin, ejecutiva de 28 años de una compañía cinematográfica nacional. “Sabíamos que podía pasar pero ha sido un shock, no hay solución para este país”, cuenta. Asegura que anoche habló con sus amigas por primera vez de política.
Queda por resolver si la marea bajará pronto. Para Jonathan Sullivan, director del Instituto de Políticas Chinas de la Universidad de Notthingham, las protestas han sido sobreestimadas. "No veo un gran estímulo para el descontento público más allá de la cháchara de las redes sociales (…) Si Xi completa la reforma económica y establece el liderazgo global mientras mantiene los niveles de libertad en la sociedad, creo que disfrutará de apoyo popular o, al menos, de conformidad", señala por email.