Diario de León

POLÍTICA REPRESIVA DE PEKÍN

China utiliza el 'big data' y la inteligencia artificial contra los uigures

Human Rights Watch denuncia el uso de bases de datos biométricos y políticas preventivas que conducen a detenciones arbitrarias en Xinjiang

Ilham Tohti, defensor de los derechos de los uigures, condenado a cadena perpétua.

Ilham Tohti, defensor de los derechos de los uigures, condenado a cadena perpétua.

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ADRIÁN FONCILLAS
León

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Una inquietante alianza entre la concienzuda acumulación de datos y la inteligencia artificial conduce a detenciones preventivas en Xinjiang, la provincia de la etnia musulmana uigur, en China. El sistema termina con el envío de los presuntos pre-delincuentes a campos de reeducación en una aparente distopía que mezcla Orwell con la película 'Minority Report'.

"Por primera vez podemos demostrar que el Gobierno chino usa información y políticas predictivas que no sólo violan abiertamente el derecho a la privacidad sino que permiten las detenciones arbitrarias", ha señalado Maya Wang, investigadora de la organización Human Rights Watch (HRW) en Hong Kong.

Las denuncias son consistentes con un antiguo anuncio de la compañía China Electronics Technology Group. Dos años atrás admitió que colaboraba con las autoridades en la lucha contra el extremismo islamista con un sistema que coteja los datos de los ciudadanos para detectar actitudes sospechosas.

Cualquier vía sirve para radiografiar la vida privada en Xinjiang: las grabaciones de las cámaras en la calles, los historiales bancarios,  hospitalarios o legales, el rastro dejado con móviles y ordenadores por internet con móviles u ordenadores… Esos millones de bytes se recopilan, ordenan y analizan para que los algoritmos extraigan cualquier indicio sospechoso. La compra masiva de fertilizantes o el almacenamiento de productos peligrosos, por ejemplo, desencadena la inmediata intervención policial.

Los identificados han sido detenidos o enviados a centros de reeducación política, según dos fuentes conocedoras del programa citada por HRW. En esos centros extralegales pueden permanecer durante meses sin ningún cargo judicial recibiendo la doctrina que el partida estima recomendable.

"La gente de Xinjiang no puede resistirse o desafiar el escrutinio creciente en sus vidas diarias porque muchos ignoran la existencia de este programa o cómo funciona", denuncia Wang.

Las autoridades de Xinjiang han negado las acusaciones aunque informaciones previas sobre las iniciativas de control social aseguraban que han ayudado a detener a criminales, desenmascarar operaciones de financiación ilegal y encontrar a funcionarios uigures desleales al partido.

BASE DE DATOS BIOMÉTRICOS 

HRW ya alertó en diciembre de que el gobierno provincial elaboraba una exhaustiva base de datos biométricos a través de una campaña para mejorar la salud de los más desfavorecidos. 

Las autoridades recogen muestras de ADN, huellas digitales, escáneres de iris y muestras de sangre de todos los residentes entre 12 y 65 años. Los datos se extienden a cualquier edad si el perfil se entiende sospechoso y a los uigures que no viven en Xinjiang, añadía.

Las últimas revelaciones tampoco han sido podido ser verificadas por prensa independiente. Pekín permite el acceso de los periodistas extranjeros a Xinjiang, en contraste con el veto a Tíbet, pero los somete a un marcaje tan angustioso entre policías y espías que desalienta a los más entusiastas. Los uigures, y no los mediáticos tibetanos, son el problema étnico más serio de China. Musulmanes, de lengua túrquica y emparentados con el Asia Central, acumulan pleitos con los han, la etnia mayoritaria china. Los primeros acusan a Pekín de diluir su cultura y expoliar sus recursos naturales, mientras los segundos subrayan el desarrollo económico de una zona desértica y montañosa que sin el paraguas chino sufriría la dolorosa pobreza de las repúblicas vecinas. Ambos se profesan un odio y desprecio irremediable.

ATENTADOS 

En la región anida un movimiento integrista radical que ha causado cientos de muertos en todo el país. La actitud occidental, subrayada por las organizaciones uigures en el exilio, menosprecia la amenaza y acusa a China de exagerarla para legitimar el control. No es fácil acomodar esa opinión al reguero de atentados de los últimos años. Un grupo uigur mató con cuchillos y espadas a 31 pasajeros en una estación de tren de Kunming en 2014 en unos hechos conocidos como el 11-S chino. Algunos terroristas uigures, sin margen de acción en Xinjiang, han acabado en Siria e Irak con el ISIS. Es comprensible que China lamente no recibir las mismas oleadas de solidaridad que suceden a los grandes atentados del islamismo radical.

La presión china ha reducido los atentados. No hay medida que disguste a Pekín para preservar su sacrosanta estabilidad social. Ha multiplicado la presencia policial en la región y condenado a cadena perpetua a Ilham Tohti, un pacífico y admirable defensor de los derechos de los uigures. También ha aprobado normas pedestres y ridículas como la prohibición del velo en las mujeres, las barbas demasiado largas en los jóvenes y los nombres para niños "excesivamente religiosos" como Jihad, Islam, Mecca o Imam. Esta semana ha detenido a familiares de cuatro periodistas estadounidenses de origen uigur que informaban para la cadena Radio Free Asia sobre los abusos en la región.

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