DESCONFIANZA MUTUA
El cuarto poder, dos siglos en la diana de la Casa Blanca
Los mayores paralelismos de la guerra de Trump con los medios de comunicación están en Nixon. Desde Jefferson hasta Obama muchos presidentes han mantenido relaciones tensas con la prensa
Bajo varias perspectivas la guerra que Donald Trump libra contra los medios de comunicación es la peor, pero ciertamente no es la primera y en algunos casos sus acciones no han sido las peores. Tensiones y juegos de interés han marcado históricamente la relación entre muchos presidentes de Estados Unidos y el cuarto poder. Y Richard Nixon es el antecesor de Trump que más se nombra para comparar el pasado a lo que está pasando hoy, pero conviene ir también tanto más adelante como más atrás.
Thomas Jefferson fue uno de los padres fundadores y luchó con James Madison por incluir la protección de la libertad de prensa en la Constitución, en la primera enmienda. Pero al llegar a la presidencia, en tiempos en que la prensa se entregaba a un partidismo desatado y a ataques personales descarnados que hacen palidecer las polarizaciones mediáticas de hoy, su relación cambió. Aplicó la misma censura que había combatido. Y llegó a decir: “Ya no se puede creer nada que se ve en un periódico. La verdad en sí misma se hace sospechosa al ponerse en ese vehículo contaminado”.
También Abraham Lincoln, consciente de que “el sentimiento público es todo”, fue un astuto manipulador de la prensa. Y aunque personalmente solo se involucró en la supresión de un periódico, su administración empleó y alentó duras tácticas contra editores, especialmente durante la guerra civil, cuando se cerraron 300 periódicos, se encarceló a editores y se arengó a masas de civiles para atacar redacciones y periodistas.
LEY DE ESPIONAJE
Ya en el siglo XX, con el trasfondo de la primera guerra mundial, Woodrow Wilson también aplicó la estrategia dual de censura y propaganda. El Congreso le frenó en su búsqueda de autoridad para ejercitar sobre la prensa una censura que llegó a definir como “absolutamente necesaria para la seguridad pública”, pero fue bajo su mandato cuando se aprobó en 1917 la Ley de Espionaje, que hacía ilegal imprimir “lenguaje desleal, profano, injurioso o abusivo sobre la forma de gobierno de EEUU”. Esa norma resucitaría en la obsesión de la Administración de Barack Obama por perseguir filtraciones de fuentes gubernamentales y acosar judicialmente a periodistas y medios que las conseguían.
Con la llegada de Nixon a la Casa Blanca se vivió por primera vez un odio personal y político de un presidente hacia la prensa similar al de hoy, y aunque no en público como Trump él mismo se grabó en una conversación con Henry Kissinger repitiendo hasta tres veces: “la prensa es el enemigo”.
Fue el republicano, escaldado por su mala actuación en el debate televisado frente a John F. Kennedy, quien cuando años después llegó al Despacho Oval creó la primera Oficina de Comunicaciones de la Casa Blanca y contrató como estratega para mejorar sus apariciones a Roger Ailes, el hombre que décadas después fundaría y llegaría a lo más alto de Fox News y que le ayudó también a extender la idea, tan replicada hoy por los republicanos, de la prensa como una élite liberal.
Paranoico y obsesivo, Nixon llegó también a la presidencia con ansias de venganza y con nombres de periodistas en su lista de enemigos. Inconstitucionalmente, los acosó con el FBI o con auditorías de Hacienda. Intentó engar licencias de televisión a la compañía de 'The Washington Post', el diario que con las revelaciones de los papeles del Pentágono y del ‘Watergate’ pondría el clavo en su tumba política. Hay incluso informaciones de que sus ayudantes tramaron un intento de asesinato de Jack Anderson, un columnista que llevaba desvelando secretos de Nixon desde el principio de su carrera política.
Bill Clinton tuvo también una relación turbulenta con la prensa y su secretismo provocó investigaciones aún más agresivas, que acabarían pasando de los medios al Congreso con el 'caso Lewinsky' y el 'impeachment'. Durante los años de George Bush se hicieron habituales los “castigos” a periodistas incómodos con la Administración, con tácticas como vetos a reporteros o medios. Y fue bajo Obama cuando se expandió la clasificación de materiales y se intentó limitar la ley de libre acceso a la información oficial, reduciendo la transparencia de Washington.