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Sólo 41 de miles de víctimas de sacerdotes en Pensilvania podrán presentar cargos

El relato del horror en 1.356 páginas implica a más de 300 curas en abusos y violaciones.

Publicado por
León

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MERCEDES GALLEGO | NUEVA YORK

A menudo, callar es hacerse cómplice. El silencio de la jerarquía católica ante los abusos sexuales de sus pastores llegó hasta el encubrimiento. El entonces obispo Donald Wuerl de la diócesis de Erie, el canal al que le canta Bruce Springsteen, prefirió suspender silenciosamente a los pederastas sin informar de las causas a su congregación y trasladarlos de parroquia en parroquia durante décadas. Hoy es cardenal en Washington. Así logró que para cuando el martes un gran jurado de Pensilvania destapó en su detallado informe de 1.356 páginas los abusos de los sacerdotes de seis dióceis a más de mil niños, muchos de ellos ya no puedan ser perseguidos porque sus delitos han prescrito. Otros han muerto con toda la gloria del hábito, «un sacerdote es un sacerdote», dijo el ahora arzobispo en el funeral de George Zirwas, acusado de molestar a los chicos durante décadas. En su opinión, la orden del sacerdocio «es para siempre», sentenció con lealtad frente a su ataúd.

El silencio que les ha permitido vivir y morir con los honores de la sotana se ha roto. Los crímenes de más de 300 sacerdotes de Pensilvania y sus superiores quedan expuestos en el informe con todo lujo de detalles morbosos que les impedirán levantar la cabeza, aunque algunos nombres han sido redactados. Sólo 41 de las miles de víctimas que el gran jurado estima que existen podrán presentar cargos. Otros no pudieron contarlo. Un adolescente fue violado repetidamente entre los 13 y los 15 años, aguantado con tanta fuerza sobre el suelo mientras era penetrado analmente que llegó a sufrir daños en la columna vertebral y se hizo adicto a calmantes opiáceos. Murió de una sobredosis. El congresista demócrata Mark Rozzi contó a ‘The Washington Post’ que uno de sus amigos del colegio que había sido violado por el mismo sacerdote que le violó a él repetidamente se suicidó en 2009. El delito puede prescribir, el trauma no.