Combatir el hambre, anhelo de los venezolanos que llegan a Colombia
Barranquilla ha creado un nuevo barrio para acoger a los exiliados del régimen de Maduro.
J.Payares/G. Loeda | barranquilla
En una barriada irregular sin agua, luz, ni servicios básicos, centenares de venezolanos sobreviven como pueden en la ciudad colombiana de Barranquilla, a orillas del mar Caribe, en un antiguo lote baldío donde cultivan su única obsesión: superar el hambre. «En Venezuela era el hambre, o yo, no había comida, mi hija de once años dejó de ir al colegio porque no tenía el alimento», explica a Efe Neivis Yohana, de 40 años y originaria de Maracay, en el estado Aragua.
Ella, como los cerca de 650 venezolanos que se han convertido en sus vecinos, viven en el barrio Villa Robledo, en plena Avenida Circunvalar, la que conduce al Estadio Metropolitano en el que la selección colombiana de fútbol juega sus partidos. Hasta hace unos meses, Villa Robledo era apenas un lote baldío, un secarral que levantaba entre los vecinos de Barranquilla pesadillas, pues ese descampado era lugar ideal para robos y agresiones.
Hoy, más de un centenar de casas se levantan, erigidas por los propios venezolanos con restos de otras construcciones, latas y maderas que ellos mismos recogen en los manglares y de los árboles caídos.
Para subsistir, muchos de ellos recurren a las ventas ambulantes, Neivis explica que sus tres hijos venden agua en la calle para ayudar a los barranquilleros a sofocar el fuerte calor de la Costa Caribe. «Mi sueño es tener mi casa, sea acá o en Venezuela», explica la mujer. Pero su sueño, también está con su familia que sigue en Venezuela: «Cuando hay posibilidad le envío ayuda a la familia, para ellos soy el ingreso principal porque mis padres están mayores». Mientras busca cómo ayudarles, lo que le desvela es como sobrevivir en Villa Robledo, en el que sólo los más afortunados consiguen agua o luz al conectarse a los surtidores de forma irregular. Un baño es un sueño lejano. Con la ropa tendida de casa en casa, los niños corretean mientras las madres improvisan fogones con barriles de metal para poder cocinar algo para mitigar el hambre. En medio de las necesidades Carmen Barrios, de 47 años, se ha convertido en una suerte de líder comunal.
«Somos repobres
Nacida en Barranquilla fue una más entre los millones de colombianos que emigraron a Venezuela en busca de un mejor vivir. En su caso se fue a Maracaibo con 15 años y se ha visto obligada a regresar a sus 47 para volver empezar de cero. Tiene una ventaja sobre sus nuevos vecinos, una identificación al día, ya que para los venezolanos conseguir hoy un pasaporte es una quimera. «Yo era secretaria ejecutiva del banco de sangre del Hospital Materno Infantil de Maracaibo, el Cuatricentenario, pero renuncié, me vine (a Barranquilla) porque lo que me pagaban mensualmente no me alcanzaba ni para pagar el autobús para irme a trabajar».
Para Carmen, la vida en Venezuela se había transformado «en un infierno», por lo que sus tres hijos y su nieto de cuatro años se fueron con ella. «Nosotros éramos una familia de clase media y un poquito más y nos convertimos en pobres, pobres y repobres», dice con el dolor de quien ha dejado toda una vida atrás.