Diario de León

Tailandia deja atrás la dictadura golpista

Las primeras elecciones en ocho años han sido diseñadas por los militares para perpetuarse en el poder

Seguidores del partido Pheu Thai, del exprimer ministro Thaksin Shinawatra, celebran los resultados no oficiales de las elecciones del 24 de marzo de 2019 en Bangkok.

Seguidores del partido Pheu Thai, del exprimer ministro Thaksin Shinawatra, celebran los resultados no oficiales de las elecciones del 24 de marzo de 2019 en Bangkok.

Publicado por
ADRIÁN FONCILLAS
León

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Los tailandeses han votado después de un lustro de dictadura militar con la esperanza de que la democracia estimulará la renqueante economía y no devolverá la división social paralizante. En las urnas combatían de nuevo los bandos que han polarizado el país en las dos últimas décadas: los conservadores que representan a las élites económicas de Bangkok y los militares dirigidos por el general golpista Prayuth a un lado; los representantes de la Tailandia rural que venera al exprimer ministro depuesto Thaksin Shinawatra al otro. Los resultados se esperaban anoche pero han sido pospuestos.

Los capitalinos se han despertado con un sol inclemente que aconsejaba la sombrilla mientras esperaban para depositar su papeleta. A los pies de Luang Por Sumrit, el imponente buda dorado que guarda la entrada del templo Wat That Thong, habían colocado dos botellines de agua para evitarle la insolación. Algunos tailandeses se inclinaban respetuosamente antes de dirigirse a las casetas vecinas en una aparente búsqueda de la bendición para su voto.

El entusiasmo se concentra en los ocho millones de votantes primerizos que se acercan a las urnas como el que se saca el carné de conducir o pierde la virginidad. Apoyan en masa a la tercera vía personalizada por Thanathorn Juangroongruangkit: joven, apuesto y excelso orador, dominador de las redes sociales y sin el legado corrupto del resto. Thanathorn no es sólo guapo. También se atreverá a pararle los pies a los militares y su éxito como empresario demuestra que sabrá reflotar la economía, señala una joven.

AGRIOS RECUERDOS

Sobre el resto flota ese pesado nihilismo del que ha vivido ya estos tránsitos y comprobado que su vida no ha variado demasiado. Tailandia acumula una veintena de intentonas golpistas en 80 años y pocos creen que la democracia ha llegado hoy para quedarse para siempre. Un asistente de vuelo de 33 años, que exige el anonimato, descarta las sorpresas. Ganará Prayuth porque lo ha dejado todo bien atado y la vida seguirá igual. Quizá el parlamento pueda controlar más sus corruptelas, pero eso es todo. Tampoco es tan malo como la gente dice. Los tailandeses se quejan de que es un inútil en economía pero no evolucionan ni innovan, se limitan a copiar lo que hace el resto del mundo. Prayuth al menos acabó con todos los desórdenes. Yo solo quiero que no haya tiroteos ni muertos en Bangkok, que nadie venga a destrozar mi ciudad y que se respete la monarquía, relata.

Tida, directora de ventas en una cadena de hoteles de lujo, desconfía de las novedades. Los meses previos al golpe militar fueron un desastre. Los turistas veían los muertos en las noticias y cancelaban las reservas en masa. Espero que, gane quien gane, gobierne desde el consenso pero no estoy convencida. Sigue habiendo mucho resentimiento, añade.

PODER MILITAR

La defensa de la democracia no se acompaña en Tailandia de los elevados discursos éticos de Occidente. Todo es más prosaico aquí y en buena parte de Asia. La espera con impaciencia Karounbit, organizador de eventos. Prayuth sólo se preocupa del Ejército y pasa de la economía. El gobierno ha prohibido muchos actos festivos que antes se realizaban sin problemas, lamenta. La Junta militar se propuso desde su llegada finiquitar esa reputación pecaminosa, hedonista y libertina que atrae a millones de turistas.

Los militares han diseñado un sistema electoral que dificulta su despedida. El primer ministro será elegido por los 250 senadores, nombrados a dedo por la Junta, y los 500 parlamentarios. Les bastará poco más de un centenar de asientos en éste para investir a Prayuth, quien en campaña ha cambiado su uniforme militar por coloridas americanas. En el improbable caso de que algún candidato les destrone, podrán seguir controlando el Gobierno desde dentro. Y, en el último caso, siempre podrán dar otro golpe de Estado, señala Paul Chambers, profesor de la Universidad de Narusuan.

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