Diario de León

Los crímenes de París cuestionan el sistema de detección terrorista

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PAULA ROSAS | PARÍS

El ataque fue planificado. El agresor mantenía contactos con movimientos salafistas y una visión «radical del islam». Había justificado delante de un colega los atentados de Charlie Hebdo de 2015. Llevaba una vestimenta conservadora para visitar la mezquita. Ya no quería tener contacto con mujeres. Los signos de radicalización se habían multiplicado, pero nadie en el mismo corazón del servicio de inteligencia de la Policía, donde trabajaba Mickael Harpon, lo detectó.

La radiografía que hizo ayer el fiscal antiterrorista del ataque del pasado jueves, que costó la vida a cuatro agentes y del agresor, un informático que trabajaba en la prefectura desde 2003, fue desoladora. No solo por la brutal violencia de lo que ya se puede calificar de atentado terrorista, sino por la confirmación de los graves fallos en el sistema de detección de radicalización dentro de la agencia que se encarga de la lucha antiterrorista. Ayer se supo que el mismo viernes las autoridades, sin duda alarmadas, enviaron un email de sensibilización soobre la radicalización a varias administraciones con instrucciones para su detección y denuncia.

La oposición de derechas reclama una investigación parlamentaria sobre lo sucedido y el ministro del Interior, Christophe Castaner, que el día del ataque dijo que el comportamiento del agresor «no había desatado ninguna alerta», se encuentra ya en el centro mismo de una tormenta política.

Todo sucedió en apenas siete minutos pero no se trató, como se pudo pensar en un primer momento, de un acto de locura. Fue una acción premeditada y ejecutada con determinación. La videovigilancia registró cómo Harpon salió del edificio de la prefectura a la hora de la comida, entró en una tienda cercana, donde compró dos cuchillos de hoja metálica, uno de 33 centímetros y otro más pequeño, de los que se usan para abrir ostras. Regresó a la prefectura dando un pequeño rodeo para, según Jean François Ricard, esconder los cuchillos. El fiscal no explicó cómo consiguió introducirlos sin que se detectaran, pero sí detalló, minuto a minuto, el recorrido sangriento que Harpon hizo por la prefectura, donde asesinó a cuatro compañeros e hirió gravemente a una quinta, que está fuera de peligro. A unos los degolló y a otros los cosió a puñaladas. La autopsia habla de una «extrema violencia».

Ya en el patio de la prefectura amenazó a un policía armado, un joven que estaba de prácticas y llevaba menos de una semana de servicio, pero que mantuvo la sangre fría y consiguió abatirlo.

El ministro francés del Interior, Christophe Castaner, reconoció ayer que hubo «disfunciones» en el funcionamiento interno de la Policía que permitieron que este administrativo radicalizado asesinase a cuatro compañeros.

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