Irán está en Irak cuatro décadas después de la invasión de Sadam
La debilidad de sus destruidas instituciones lo han hecho más sensible a la influencia ayatolá
Cuarenta años después de que tropas de Sadam Husein cruzaran la frontera con Irán para dar inicio a la Guerra del Golfo, Irak está atrapado en los conflictos de la nación persa y la sombra de Teherán se extiende por las instituciones, la economía y todo el territorio iraquí.
Para Irak aquel fue el comienzo de la sucesión de conflictos que han destrozado la fibra del país y lo han convertido en un patio de pelea para potencias extranjeras, la principal de ellas, Irán.
La debilidad de sus destruidas instituciones también lo han hecho más sensible a la influencia de partidos políticos, religiosos y empresarios proiraníes. Desde la electricidad hasta los peregrinos llegan de Irán. «La mayoría de la clase política tiene fuertes relaciones políticas con el lado iraní. El problema es que cada país busca sus propios intereses en Irak», indicó a Efe el analista Watheq al Jabery.
Pero la influencia no se limita al ámbito interno. Los ejes de los conflictos de Irán, ya sea con los estadounidenses o con los países del golfo Pérsico, y su ambición de expansión han dejado a Irak en medio de las peleas de los iraníes. El mayor incidente entre Irán y Estados Unidos en años, el asesinato del general Qasem Soleimaní a principios de año, ocurrió cerca del aeropuerto de Bagdad.
«Las acciones iraníes y sus intentos de empujar a Irak dentro o hacer de él un terreno de juego en el que situar sus conflictos se ha reflejado negativamente en Irak», añadió Al Jabery.
Aunque el conflicto se desató ante el expansionismo de la República Islámica de Irán del ayatolá Jomeini (aún formalmente no era presidente), que hizo temer a Husein esa influencia en su territorio, las tensiones entre los dos países venían de muy atrás y se mantenían contenidos gracias al frágil tratado de Argel (1975).
Tras una serie de reivindicaciones y disputas territoriales que habían comenzado el año anterior, el 22 de septiembre de 1980 los tanques iraquíes cruzaron la frontera y el particular Rubicón para Husein era un camino de no retorno que dejó, según cálculos no oficiales, alrededor de un millón de muertos. «Irán vivía una revolución que quería expandir y exportar a Irak y a la región, y frente a eso Husein seguía los principios de control y hegemonía», dijo a Efe el historiador Ali al Nashmi.
El conflicto dejó alguna de las imágenes más nefastas del siglo XX, pozos de petróleo ardiendo tras ser bombardeados, la guerra química que el dictador iraquí utilizó en ciudades iraníes y ocho años de dolor en la región.
Las pérdidas son estimaciones pero algunos, sitúa la cifra en torno a los 400.000 millones de dólares.
La relación de Irak e Irán en el siglo XXI es la de dos socios estratégicos y comerciales que respiran y sufren las dificultades del otro. Entre los partidos políticos iraquíes hay quienes ven a Irán como el socio indispensable y quienes lo consideran el vecino entrometido. «Cada lado mira a Irán desde su propio punto de vista» , dice un analista.