El giro católico y conservador del Supremo agita la campaña en EEUU
Trump pide al candidato Biden que se haga un test de drogas antes del debate del martes
La batalla por dominar el Supremo obsesiona al presidente de EE UU, Donald Trump. Y el deseo de sustituir antes de las elecciones del 3 de noviembre la vacante dejada por el fallecimiento de la juez Ruth Bader Ginsburg perturba el ánimo de quienes ven más allá de la disputa política y desean que el tiempo ayude a aliviar el luto por una mujer admirada y respetada. Pero el tiempo es oro en la corte republicana. Y una juez demócrata menos significa la promesa de una juez conservadora más.
El nombre de Amy Coney Barrett cubrió ayer las portadas de los medios de comunicación estadounidenses. Trump había prometido desvelar por la tarde (noche entrada ya en España) el nombre de su elegida para completar el Supremo a su medida. «Vamos a anunciar a alguien extraordinario. Mañana (por ayer) va a ser una gran día», proclamó el presidente en Virginia el viernes pasado. No dijo entonces el nombre de su nominada, pero ya había dejado claro que sería una mujer, y que Barrett es «extraordinaria».
La nominación del presidente es el primer escalón para merecer la entrada en el alto tribunal. El Senado debe confirmar esa elección con una mayoría simple y los republicanos superan a los demócratas 53-47 en esta Cámara. La Corte contaría así con seis jueces conservadores entre sus nueve magistrados. Y lo haría sin la cortesía de respetar el deseo de Bader Ginsburg. Esperar a unas nuevas elecciones para que el recién elegido presidente se estrene en esta responsabilidad con el respaldo de los votantes y el respeto de los rivales.
No será así, los plazos se apuran y las mayorías en el Senado están aseguradas. La maquinaria ha comenzado a funcionar. Y Amy Coney Barrett espera su oportunidad. En 2018 ya fue parte de la lista de finalistas presentada por Trump para un puesto liberado tras el retiro del juez Anthony Kennedy, sin embargo el lugar fue ocupado por Brett Kavanaugh después de una feroz batalla por la confirmación.
Con apenas 48 años, su nombramiento de por vida garantizaría una fuerte presencia conservadora durante décadas en la corte, pero sus antecedentes serían un nuevo foco de tensión en un país ya polarizado. Católica practicante y madre de siete hijos, incluidos dos adoptados de Haití y un pequeño con síndrome de Down, Barrett se opone al aborto, uno de los temas claves dentro de la polarización que domina la actualidad de EE UU.
Al comienzo de su carrera como abogada, trabajó como secretaria del renombrado juez conservador del Supremo Antonin Scalia y adoptó su filosofía «originalista» que entiende la Constitución tal como estaba destinada a ser leída en el momento de su redacción, en contraposición a la interpretación más progresista.
Elogiada por sus argumentos legales, la profesora universitaria tiene un flanco débil al contar con una experiencia limitada en la presidencia de una sala de audiencias, ya que sólo ocupó el cargo en 2017, tras ser nombrada por Trump jueza de la corte federal de apelaciones.
Donald Trump, exigió este domingo a su rival en las elecciones de noviembre, el demócrata Joe Biden, que se haga un test de drogas antes del debate televisado del martes, el primero en el que ambos candidatos se verán las caras.
«Enérgicamente pido una prueba antidrogas para el dormilón de Biden antes o después del debate del martes por la noche», dijo en Twitter Trump.
El presidente estadounidense, que aseguró que en ese caso él también se sometería a una prueba, justificó su petición por el supuestamente «irregular» desempeño del candidato demócrata en pasados debates electorales.
«¿Sólo drogas podrían haber causado esta discrepancia?», se preguntó Trump en la red social.