Diario de León

OPINIÓN Agustín Jiménez

Instituciones

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Una agente del FBI está poniendo la casa (Casa) patas arriba acusando a sus superiores y a la burocracia y a su poca inteligencia y a su desidia y a su falta de imaginación y a su irresponsabilidad de facilitar la masacre del 11-S, antiguamente once de septiembre. La guardia pretoriana de la institución ha empezado a dar explicaciones a troche y moche e incluso a admitir cierta culpa. Evidentemente, no es una culpa personal; se trata de defectos de organización que deben corregirse. Y lo van a hacer. El mismo día que los periódicos comentan la introducción de una legislación europea controladora de nuestras maniobras en Internet, el fiscal general de Estados Unidos propone aumentar las competencias del FBI para que golusmee lo que le salga de los cataplines en la Red. Hay varios elementos en todo esto. Uno: las grandes organizaciones, las públicas en este caso, pero también las privadas, funcionan mal. Dos: los responsables de estas organizaciones sólo reaccionan a la vergüenza pública (y al riesgo consiguiente de perder un puesto cómodo). Tres: todo el mundo encuentra normal que las instituciones comentan fallos porque «ya sabes cómo es la burocracia». Cuatro: la gente con careto público y mediático que se siente acosada, suele reaccionar de la peor manera posible. Dicen que lo importante es reaccionar, aunque sea a cañonazos contra los mosquitos. En el caso del FBI, el primero y el último de esos elementos tienen consecuencias aterradoras. En primer lugar, les masacran a cuatro mil personas y les meten un avión en el Pentágono (olé por la CIA también). En último lugar, masacran ellos a varios miles más en Afganistán. Cuando están matando, los militares se limitan a cumplir con su deber.

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