Diario de León

OPINIÓN Enrique Vázquez

Al fondo, Al Qaida

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No hay duda de que el astuto general Musharraf, presidente paquistaní, está dispuesto a jugar con fuego con tal de obtener ventajas políticas en su pugna con India a propósito de Cachemira: no ha vacilado en desguarnecer su peligrosa frontera con Afganistán para trasladar tropas y equipo al este, el límite con la India. Pakistán es consciente de su condición de aliado privilegiado de los Estados Unidos en su combate contra el terrorismo y los restos, aún activos y organizados, del régimen talibán y sus socios de Al Qaida y su gesto, que Washington ha encajado mal, es una potente señal en el sentido de que su sacrificio cambiando de bando y corriendo riesgos políticos con el islamismo militante merecen mejor trato. Es una réplica al visible cambio de actitud de Washington que ha pasado de una equidistancia profesional y de prodigar idénticos consejos de moderación y realismo a las dos partes a regañar en público a los paquistaníes. El presidente Bush ha ido subiendo el tono en los últimos días y el jueves se alineó claramente con las tesis indias al situar como la prioridad el fin de las incursiones en la Cachemira india. «Es la hora de cumplir con los compromisos, de los hechos, no de las palabras», dijo Bush refiriéndose a la promesa paquistaní de atar cortos a los militantes islamistas que desde suelo paquistaní atacan frecuentemente objetivos indios al otro lado de la línea de control. El último gran ataque, el 14 de mayo, mató a 34 indios, en su mayoría esposas e hijos de militares. Musharraf, prudente y práctico de ordinario, ha subido el tono y su mensaje del martes a la nación fue una mezcla de belicismo nacionalista mezclado con exhortaciones a la calma. «Sólo habrá una guerra si la India la empieza», dijo, pero dejó decir después a colaboradores suyos que no vacilaría en utilizar el arma nuclear en cuanto lo crea necesario, incluso si el ataque indio fuera convencional pero tendiera a prolongarse. El peligro de una derrota paquistaní o el abandono del régimen por Washington es percibido como un grave inconveniente en el esfuerzo anti-terrorista (anti-Al Qaida de hecho). Por eso Bush decidió subir el nivel de las presiones y la mediación: además del subsecretario de Estado Richard Armitage, sobre el terreno estará la próxima semana el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, con fama de entenderse bien con Musharraf.

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