Traición histórica

Los líderes mundiales que asisten en las montañas rocosas canadienses de Kananaski, lugar tan inaccesible para los antiglobalización como para los periodistas que cubren esta cumbre del G-8 a 100 Kilómetros de distancia, paradigma del periodismo sobre el terreno al tanto de la noticia, se desayunaron la pasada mañana con algunas pruebas de la vinculación del líder palestino Yaser Arafat con los terroristas suicidas de la Brigada de los Mártires de Al Aqsa. Lo publicó The New York Times, una relación que adelantábamos ayer en esta columna y que el propio Bush les ampliará generosamente como argumento para romper el tabú del liderazgo palestino. 20.000 dólares de subvención autorizados por Arafat para los responsables de los últimos atentados suicidas en Jerusalén son los datos filtrados por alguien cercano a Arafat, detenido hace semanas por soldados israelíes en Cisjordanía, que no le perdona su laxitud frente a Israel y, sobre todo, que traicionara a muchos «luchadores contra la invasión israelí» con tal de librarse él del cerco en Ramalah y que aceptara la expulsión al extranjero, tres a España, de los activistas refugiados en la iglesia de la Natividad de Belén. Arafat ha tenido muchos enemigos internos, incluso la rivalidad de los más radicales apoyados por Siria estuvo a punto de acabar con él en Líbano en los años 80, y ahora los extremistas de Hamás no atienden las órdenes de un dirigente que siempre se ha movido en el filo de la navaja. Los palestinos elegirán a sus dirigentes. Es un principio que todo el mundo se apresuró a reivindicar en las últimas horas porque la época de la Fruit Company y los presidentes títere en América Latina pasó a la historia o casi. Y lo contrario daría mucho oxígeno a los antisistema. Esa es la posición oficial de todos los líderes mundiales, incluso del propio Arafat que sabe que, una vez más, su cabeza corre mucho peligro por una nueva traición histórica pero que intentará sobrevivir y ser candidato. Cumple 73 años el mes que viene, tiene una hija pequeña y su esposa cada día lleva peor la tensión de la lucha por mucho que el líder palestino se jacte de aguantar sin comer ni beber, ni hablar por el móvil con el mundo, ni acusar la presión de sus dolencias. Sin embargo, ahora la atención girará hacia los candidatos que puedan satisfacer a Bush y los que realmente puedan convertirse en una alternativa real de buen gobierno palestino.