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OPINIÓN Javier Fernández Arribas

¿Y Sharon qué?

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León

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Ariel Sharon no atiende a componendas internacionales y aplica sin compasión la ley del martillo contra los palestinos. En el caso de la Mukata de Hebrón ha utilizado la dinamita para acabar con el foco de resistencia. El destino de los quince palestinos que resistían en su interior y que rechazaron su rendición era lo de menos. La operación del ejército israelí se denomina «Camino cerrado» y el objetivo es acabar con la capacidad operativa de Hamás, el movimiento islámico de resistencia palestino, responsable de la mayoría de los atentados suicidados registrados en Israel. «Camino cerrado» a la negociación de la paz y abierto a la utilización de la fuerza es la interpretación israelí cuyo gobierno ha logrado un respaldo incalculable con la declaración del presidente Bush condicionando la creación del Estado palestino al cambio de liderazgo, o sea el final de Arafat. Además, poco a poco, está logrando dar la vuelta a la batalla de imagen en la opinión pública internacional y en los medios de comunicación que tenía perdida con gran diferencia. La foto del bebé palestino disfrazado de terrorista suicida ha removido muchas conciencias occidentales que ven en esa imagen el germen que están sembrando los palestinos en las nuevas generaciones. Era una broma, dijeron sus padres. Sin embargo, la impresión general es de repudio a lo que representa ese bebé y no se atiende demasiado a que seis niños palestinos de la generación anterior fueron asesinados por soldados israelíes en los últimos días. Sharon es primer ministro de Israel elegido en unas elecciones libres y democráticas. Ese es el aspecto de mayor espanto y preocupación, que la sociedad israelí optara por el halcón frente a otras opciones moderadas, pero tan israelíes como el líder del Likud. Conviene no olvidar este aspecto fundamental de todos los políticos israelíes, aunque sean más dialogantes y proclives a negociar la paz con los palestinos. Un primer ministro laborista como Ehud Barak, capaz de realizar la mejor oferta de paz a un Arafat que todavía no ha explicado convenientemente porqué la rechazó, fue quien autorizó más de cincuenta asentamientos en los territorios palestinos. Cada día hay más manifestaciones en Tel Aviv contra la política de violencia y represión de Sharon a quien nadie cuestiona como legítimo representante elegido por el pueblo israelí pero con quien el proceso de paz no tiene posibilidades de éxito, a no ser que el interlocutor que los palestinos elijan en enero acepte el trágala y a callar que por la fuerza quiere imponer un Ariel Sharon que tampoco debería ser quien dirigiera los destinos de un Israel democrático pero violento sin compasión. La paz necesita otros líderes en las dos partes.

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