Diario de León

OPINIÓN Fernando Jáuregui

España, Irak, usted y yo

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Me tranquiliza poco, debo confesarlo, ver a Bush dirigiéndose a la Asamblea de las Naciones Unidas, ni siquiera aunque utilice un verbo calmo y ademanes paternales. Ya sé que el enemigo de la Humanidad no es el presidente americano, y que más bien hay que aborrecer a ese Sadam Husein que ha sido capaz de masacrar a su propio pueblo, para no hablar de los vecinos. Pero me cuento entre quienes piensan que, con o sin la anuencia de la ONU, los Estados Unidos están a punto de cometer una monumental equivocación, que nosotros, los llamados aliados, corroboraremos con nuestra aquiescencia, aunque sea una aquiescencia reticente, mirando hacia otro lado y tapándonos la nariz: Irak parece ya condenado, delenda est Bagdad. Viene mi inquietud como español, y como ciudadano del mundo, a cuento tras el debate parlamentario en el que el presidente Aznar y el aspirante Rodríguez Zapatero se enzarzaron, es un decir, en torno a una intervención en Irak. Escuché el intercambio verbal y salí, como muchos españoles, con la sensación de que ambos políticos, que representan el ochenta por ciento de los votos de los ciudadanos de este país, decían lo mismo en el fondo: sí al ataque al tirano. Uno ponía más énfasis en el beneplácito del Consejo de Seguridad, el otro más en la cooperación con el amigo americano. Y ese día, yo, que quisiera englobarme en esa inmensa mayoría que se alberga confortablemente bajo el paraguas de ese ochenta por ciento, lamenté no sentirme representado por lo que se discutía, y cómo se discutía, en la Cámara. Ignoro cuántos somos los que pensamos en una determinada dirección, aunque las encuestas dicen que muchos. Pero el sonido de los tambores de batalla gana terreno. Algún compañero, en una reciente tertulia de radio, llegó a lanzarme a la cara, como un insulto irónico y no del todo malintencionado, el adjetivo «pacifista». Como si fuera un baldón. Hasta ahora, creí que el pacifismo debía de ser paloma mensajera de obligada acogida en todas las conciencias. Ahora descubro que puede ser una acusación plantearse si no estaremos siendo demasiado apresurados a la hora de alinearnos con los bombarderos. Lo lamento, pero me encuentro entre los convencidos de que lanzar nuestros misiles sobre Irak va a crearnos, a todos (y no sólo al dictador Sadam), muchos más problemas de los que va a resolver. Que Dios, al que identifico con la paz, nos ampare.

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