Diario de León

OPINIÓN Enrique Vázquez

El fin de un espejismo

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Cuarenta y cinco días sin atentados: Israel vivía una fiesta, la ilusión, un espejismo en realidad... tanto que el general Sharon, en caída libre en las encuestas hacia mediados de julio, había remontado mucho y se permitió alguna declaración apresurada que sugería éxito, victoria... ¿Por qué han vuelto los atentados de los militantes-suicidas que en 24 horas han causado seis muertos y docenas de heridos? Tal vez porque no han podido volver antes, a causa de las medidas de seguridad draconianas relacionadas con el Rosh Hananah y el Yom Kipur, las recientes festividades judías celebradas bajo toque de queda y cierre de los territorios para los palestinos. Pero, fuera por lo que fuera, no había ataques contra civiles desde el cuatro de agosto. Y podía haber otra explicación: durante semanas enteras los emisarios de Arafat, y singularmente su ministro del Interior, Abulrazzak al-Yahiah, han hecho ímprobos esfuerzos para conseguir, en el marco del llamado «Mando Unificado de las Fuerzas Nacionales e Islámicas», un arreglo para acabar con las muertes de civiles en Israel. Tal acuerdo parecía hecho y un comunicado al efecto estaba listo (y pre-distribuido por las agencias) cuando el ejército israelí mató a varios civiles, niños incluidos, en Gaza mientras dormían. ¿Provocación deliberada israelí? Desde luego que no, pero falta de cuidado para dar argumentos a la otra parte, sí. El general Ben Eliezer, furioso, pidió excusas entonces por la muerte «por las fuerzas israelíes de defensa de civiles inocentes». Y pidió una investigación. Tal investigación, rápida, declaró la solvencia de la acción militar, no encontró nada reprobable en la misma y coincidió en el tiempo con el amparo del Tribunal Supremo a la política de deportaciones de familiares de los «kamikazes», tras haber aprobado igualmente la demolición de las viviendas a título disuasorio. Por no hablar del goteo diario de muertos en julio, sobre todo en Gaza, unos veinte en agosto... Los atentados contra civiles -todos los atentados contra civiles- están penados por la Ley, son odiosos y deben ser condenados en abstracto. Pero la conducta israelí, con las ciudades autónomas reocupadas y el pueblo palestino reducido a una situación que junta las dos bombas de la humillación y el hambre, no puede esperar un cambio. Tampoco lo habrá en Israel: las represalias no se harán esperar... adiós al espejismo.

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