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León

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En cincuenta folios y un prólogo redactado por él, Tony Blair, primer ministro británico, presentó ayer el esperado informe sobre el arsenal prohibido iraquí y cumplió así una parte esencial de esta fase de la guerra, la de la preparación de la opinión pública. ¿Se trata de las pruebas prometidas, las piezas de convicción que faltaban? Todo indica que no y que no se ha hecho el prodigio: lo que la CIA no pudo aportar (The Washington Post dixit) lo presenta el «Comité conjunto de Inteligencia» (el conjunto de los servicios secretos) que sugiere que no puede ser más preciso porque comprometería a ciertas fuentes de las que ha utilizado. El resumen es éste: El tono es más categórico y se abandona el condicional (Bagdad poseería) para pasar al Bagdad posee armas químicas y biológicas y capacidad para usarlas en 45 minutos después de recibir las órdenes de Sadam; dispone de veinte misiles de la clase «Al Husein» (una versión localmente mejorada de los vetustos Scud soviéticos), con un radio de acción algo ampliado y ha hecho intentos por comprar importantes cantidades de uranio en Africa (...) Sin sanciones, en fin, Iraq podría acceder al arma nuclear en uno o dos años. Todo, o casi todo, sabido. De inmediato medios muy sólidos, como los editores del reputado anuario de defensa «Janeïs» o los analistas del «Royal Institute» para asuntos internacionales estimaron que no había verdaderas novedades ni pruebas concluyentes. Pero el primer ministro británico ha cumplido con la difusión del decepcionante rapport y el debate parlamentario que finalmente debió conceder. Y lo ha hecho tras afrontar una doble contestación: en su propio gobierno y, sobre todo, en su propio partido laborista. Ayer, en fin, el Guardian publicaba una encuesta según la cual el 84 por ciento de los británicos prefieren el doble aval de su parlamento y de Naciones Unidas antes de ir a una guerra en Iraq. La conclusión sería la de una vuelta a una cierta inanidad conceptual si no fuera porque Tony Blair prometió compartir lo que sabía (pero que sabíamos más o menos todos, lo que le privó de dramatismo o interés), es decir, cumplió en términos de responsabilidad política doméstica. Y cumplió con George W. Bush y por partida doble: Londres se vuelca ahora en obtener en la ONU lo que Washington pide, una nueva resolución que conlleve las famosas sanciones coercitivas.

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