Diario de León

Un representante del Brasil profundo

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Por primera vez, el virtual ganador de las elecciones en Brasil -un país de mas de 170 millones de habitantes- es un representante del Brasil profundo, de la clase pobre y trabajadora, sin titulo universitario. Pero no hay que llamarse a engaño. Luis Inacio Lula da Silva dista de ser un hombre como cualquiera, y no llego por casualidad a ser el candidato favorito de los brasileños. Bajo, mide 1,70 metros, Luis Inacio Lula da Silva, de 57 años recién cumplidos, nació en el estado de Pernambuco, uno de los mas pobres del país. Séptimo hijo de padres analfabetos. Su padre abandonó a la familia antes que éste naciera. «A mi padre le debo el espermatozoide que me creo», ironizo hace poco refiriéndose al hombre que murió alcohólico después de haber formado una segunda familia igual de numerosa. Pero como si fuera un personaje de Dickens, a Lula las carencias no lo amedrentaron sino al contrario. Se alfabetizó, trabajo como vendedor callejero y repartidor de tintorería y realizó un curso de tornero mecánico para progresar en un oficio. Allí comenzó su carrera como operario industrial y sindicalista. Enseguida se revelaron sus cualidades de líder, pero pronto se hizo popular por las huelgas de los 70 contra el régimen militar, que le valieron una condena de 30 días en prisión. Entonces resolvió fundar un partido, el Partido de los Trabajadores (PT), de raíz marxista pero muy abierto. No sólo incorporaba a obreros industriales sino también a profesionales liberales, periodistas, escritores y artistas. Como representante del PT, se presentó tres veces a las presidenciales y no llegó. Por eso esta vez resolvió profundizar su disposición a tejer alianzas. Lula hizo una alianza con el Partido Liberal de derechas y escogió como candidato a vicepresidente a un empresario textil de esa agrupación, José Alencar. «Fue amor a primera vista», dice Lula de la controvertida alianza. «Dije: ''este es el empresario que necesita Brasil, con este me caso''», y quedo sellada la formula presidencial. A sus filas de izquierda les aseguro que el PT podría «hacer una alianza sin prostituirse». Habrá que verlo en la practica, cuando el «matrimonio» pase el período de luna de miel. La elección del acompañante no es casual. Decidido a ganar, Lula fue moderando su discurso. «Soy una metamorfosis andante», dijo. Algunos de sus adversarios creen que sigue siendo un lobo vestido de cordero, pero otros creyeron sincero el cambio y lo apoyaron por primera vez. Desde entonces, el mismo candidato que en otras campañas proponía suspender el pago de la deuda externa, aceptó esta vez al Fondo Monetario Internacional. Del mismo modo, admitió que las privatizaciones no son un pecado en si mismas sino que depende de cómo se hagan.

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